jueves, 19 de julio de 2012

Psicodrama y familia por Lic. Marcelo Choclin

 

El jueves 28 de junio tuvimos nuestro encuentro mensual de la REDPIAFF en Proyecto Cambio

En dicha oportunidad nuestro querido colega, Marcelo Choclin, dirigió un trabajo psicodramático junto con Vanesa Bielorai, desde la convocatoria de: “Psicodrama y Familia”

En un primer momento, nuestra compañera de Panamá dirigió el caldeamiento, en el cual fuimos invitados a caminar como padres, como madres, como hermanos, como abuelos… Una madre preocupada se encuentra con otra madre preocupada, un hijo adolescente encuentra a otro con quien compartir sentires y pensares…. Un padre intenta ser escuchado por un hijo…

Hasta que finalmente, Marcelo nos convocó a pensar una escena que tuviéramos ganas de traer, una situación de nuestro consultorio o institución en que trabajamos, que se haya dado en el tratamiento de una familia.

Así, habiéndonos detenido, cada quien le puso un título a la escena que le fue apareciendo primero, hasta que, de manera sociométrica, quedó elegida la escena “Necesito un empujoncito”.

 
Marcelo fue el encargado de dirigir el psicodrama. La protagonista contó la escena y así fueron apareciendo un paciente adulto desganado, desmotivado, una pareja que trabaja mientras su marido vive su “desgano”, un sistema familiar en el cual el padre y la madre del hombre en cuestión, sostienen, en apariencia desde tiempos remotos, la “debilidad” e “inactividad” de un hijo adulto a quien sostener.

Marcelo propuso a nuestra colega que eligiera dentro del grupo a alguien que ocupara el lugar de cada uno de ellos: paciente adulto, esposa, madre, padre y de ella misma en el rol de terapeuta. Se utilizaron diversas técnicas psicodramáticas: cambio de roles, soliloquio, doble, escultura, espejo etc.

Después Marcelo compartió la manera en que incluye el psicodrama en la terapia familiar, como facilitador del cambio.

El clima de trabajo fue cómodo y amable. La escena disparó distintos sentimientos. Durante el sharing, pudimos conversar acerca de aquellas situaciones en las que nos quedamos atrapados en determinados sistemas que depositan en los terapeutas la garantía de que nada cambie, como así también profundizar acerca de las distintas técnicas del creador del Psicodrama, Jacob Levy Moreno.






martes, 17 de julio de 2012

Psicología Espiritual en la UBA

Hola,
Aquí envío el link del curso que vamos a dictar en la UBA, por Secretaría de Extensión, que son 6 encuentros sobre el tema de la Psicología Espiritual , la represión de la espiritualidad en la Salud, y las consecuencias clínicas de un entrenamineto específico para incluir esta dimensión. Estamos muy contentos de haber logrado la aprobación, será nuestra primera experiencia en la UBA. Agradezco su difusión, y cualquier comentario que deseen aportar.
Muchas gracias.
Beatriz Boulanger







viernes, 15 de junio de 2012

Programa de atención a familias judicializadas o que consultan por Violencia Familiar y Abuso Sexual a niñ@s y adolescentes




Programa de atención a familias judicializadas o que consultan por Violencia Familiar y Abuso Sexual a niñ@s y adolescentes


Primera Etapa: (Hagamos lo posible, hasta acá todos unidos)

·         Lectura de la demanda y contestación de la demanda.

·         Información sobre las etapas procesales: 

Por ejemplo, saber si hubo pericia psicológica, ¿quién la hizo?, ¿qué hizo? ¿quiénes intervinieron?, abogados/as, psicólogos/as, médicos/as, etc..

·         Eventual contacto con  letrados/as y psicólogos/as...

Segunda etapa:

·         Evaluación en forma individual y paralela de los/as adultos/as implicados/as (por lo menos la red familiar). Dejamos la escuela para lo último si hace falta.

·         Evaluación individual de los niños/as y/o adolescentes.

·         Si fuera posible, evaluaciones vinculares madre- hijos/as, padre-hijos/as.

En lo posible, cada evaluación constará de entrevistas abiertas y semidirigidas y la aplicación de una batería suficiente: gráficas, Roscharch, test de relatos: Philipson, TAT, CAT.

Elaboración de un informe, entrevista con los/as letrados/as y con el Tribunal del caso.

Se propondrá a la familia consultante una estrategia terapéutica de acuerdo al caso.

Dentro de lo posible se privilegiarán los dispositivos vinculares.

De todas maneras será necesario el consentimiento de las partes.



http://www.programaspiaff.com.ar/



sábado, 2 de junio de 2012

Encuentro de la Red del 31 de mayo de 2012

Hemos amasado, compartido anécdotas sobre lo que para cada un@ significa cocinar, en cada momento del preparado fuimos guiados por la delicadeza y calidez de Inés Biedma quien nos contó la historia del pan entre varios decires y nos hizo navegar por los diferentes detalles del preparado, como si fuéramos parte de las mezclas. Un compartir del grupo: " ¿a quien se le eleva mas la masa del pan?" entre risas e intercambios. ¡Algo tan simple como hacer pan puede convertirse en una oportunidad de crear y estar juntos "sin hablar de problemas"!. La misma masa sirvió para comer una rica pizza de harina integral. Gracias Inés!


http://www.primeralimento.com.ar


Próxima reunión: PSICODRAMA Y FAMILIA presentado por Marcelo Choclin y la colaboración de Vanesa Bielorai el jueves 28 de junio a las 20 hs.

lunes, 14 de mayo de 2012

TALLERES Administración del tiempo, Autoestima y Perdón y Reconciliación




Estimados amigos:


Les escribimos para comunicarles nuestro plan de talleres de comunicación para el primer semestre de este año. Nuestra intención es brindar uno de los siguientes tres talleres. Seleccionaremos aquel que les resulte más interesante. Por eso les pedimos nos remitan a este mismo correo su preferencia. Nosotros las contabilizaremos y veremos cuál es el más votado para esta primera parte del año. Luego en la segunda parte del año ofreceremos el votado en segundo lugar. Los tres talleres sobre los que les pedimos elijan son:


  • Administración del tiempo: Muchas veces el ajetreo cotidiano nos hace perder de vista nuestras prioridades. Terminamos metidos en mil cosas que no nos aportan mucho. Este taller da espacio y herramientas para rearmar nuestra agenda tratando de unir deseo y responsabilidad. (4 encuentros de 1:30 horas)


  • Autoestima: Aceptarnos y celebrar lo que somos es condición para el despliegue de nuestro potencial. Este taller quiere ayudarnos a vivir en lo cotidiano la invitación de la sabiduría clásica y evangélica: “Se el que eres” y“Ama al prójimo como a ti mismo”. (6 encuentros de 2 horas)


  • Perdón y reconciliación: En este taller tratamos de sanar heridas viejas, grandes o pequeñas, pero que duelen mas allá de lo razonable o que pesan en el alma. La propuesta es “tirar lastre” para continuar con un vuelo mas ligero y mas certero. (6 encuentros de 2 horas)


El taller que seleccionemos lo desarrollaremos como desayuno de trabajo los jueves a la 8:30 hs. en torno a un café y algo rico. El primer encuentro será el 10 de mayo en Bella Vista.


Para comunicarse con nosotros:


155-707-1632



Será un gusto reencontrarnos,


Silvia Crook y Gustavo López Espinosa


 
 

Encuentro de la Red del 26 de abril de 2012

 
El jueves 26 de abril tuvimos el agrado de contar con la presencia de la Dra. Gabriela Pastorino, abogada, quien forma parte de la Oficina de la Mujer, creada por Carmen Argibay. La charla estuvo muy interesante y diré que me pareció casi asombroso y admirable el trabajo sobre concientización del genero que se está trabajando en el poder Judicial desde la Corte Suprema para lograr un cambio de mirada y una modificación en cuanto a la discriminación y el abuso de poder.

En el 2009 Carmen Argibay, integrante de la Corte Suprema crea la Oficina de la Mujer (OM) . Anteriormente se había creado la Oficina de Violencia Doméstica, la cual recibe denuncias todo el año, las 24 hs.

El fin de la OM era lograr desde una mirada del género modificar las relaciones de poder dentro del Poder Judicial y por otro lado en el ejercicio de la Justicia.

En la Justicia hay un 55% de mujeres sobre un total de 78000 integrantes, pero no ocupan los roles mas importantes, especialmente cuando se mueven sumas fuertes de dinero (por ejemplo Fuero Penal Económico). Se trabajó con el Programa "Una Justicia con Perspectiva de Género" sobre 10000 agentes de Justicia, convocando 1º a representantes de cada provincia y de cada sector (jueces, funcionarios, administrativos), a los cuales se los instruyó y entrenó en base a un protocolo en base a ejercicios y talleres que trabajan la visión del género en actos concretos de los decisiones y relaciones dentro de la Justicia, buscando el replanteo de la estructura patriarcal dominante. Estos a su vez se convirtieron en multiplicadores en sus lugares de origen. Esto produjo una gran movilización en las personas y un aire fresco necesario para roles y perspectivas anquilosadas en el tiempo.

Gabriela también compartió su participación en el tema de trata, como se está buscando desde la OM alguna manera de enfrentar el sistema de esclavitud y explotación vigentes.


Les recuerdo que el jueves 31 de mayo de 2012 a las 20hs. compartiremos junto a María Ines Biedma un Taller creativo de Cocina, actividad que ella desarrolla habitualmente con la comunidad

ENCUENTRO DE LA RED DEL 29 DE MARZO DE 2012

 

El jueves 29 de marzo Evangelina Bielsa nos relató las experiencias que tuvo en su viaje a la India, los aprendizajes en un Ashram, de los cuales varios temas estuvieron relacionados con la psicoterapia: trabajo sobre el ego, sobre la muerte, etc. Compartió algunos párrafos de libros sobre filosofía hindú. Luego nos hizo hacer una práctica que vivenció en el Ashram, relacionada con el trabajo sobre una experiencia traumática, a través de la respiración y la meditación. Quedamos todos relajados y reconfortados. Gracias Evangelina por compartir!!!

jueves, 1 de marzo de 2012

Resiliencias familiares* En busca de Modelos de Competencias.Modelos de déficit. Por Dra. Cristina Ravazzola


Autora
Dra. Cristina Ravazzola, Artículo: “Resiliencias Familiares”, Publicado en el libro Resiliencia, eds. Melillo, A. – Suarez Ojeda, E. N. PAIDOS,
Buenos Aires, Argentina. (2001)



Los modelos con los que intentamos explicar los fenómenos de la conducta
humana, aun los que responden al mayor número de nuestros cuestionamientos,
pasan por fluctuaciones en las que, en distintos momentos históricos, algunos
modos de pensar se van haciendo más centrales y organizándose en teorías más y
mejor sistematizadas, mientras otros se van haciendo más periféricos, dejando
muchas veces huellas especiales en todo aquello que contribuyeron a construir,
o subsumiéndose parcialmente en los nuevos modelos centrales.

Ha habido tendencias que han marcado líneas seguidas por mucho tiempo, como es la
tendencia a poner el foco sobre los déficit, las desviaciones, las anomalías y
las enfermedades. Tanto así que, aún cuando intentamos ampliar y expandir los
componentes de nuestros modelos explicativos en salud mental, muchas veces
continuamos deteniendo nuestra mirada sobre lo que se nos presenta como los
déficit, lo que no funciona bien. Sólo que nos damos cuenta de estas tendencias
cuando, afortunadamente, nos topamos con algún paradigma nuevo, que nos resalta
los aspectos repetitivos, el “mordernos la cola” , lo más circular y encerrado
del modo de pensar hasta el momento más habitual, y nos rescata para nuevos
esfuerzos y exploraciones que abran otros horizontes y habiliten muchas más
opciones para nuestro quehacer.
Así es que los déficit, lo negativo, la enfermedad, las fallas, los problemas y los
fracasos, nos han sesgado la mirada, y hasta nos han hecho, sin darnos cuenta,
considerar a las personas u otras entidades, en sus aspectos más reducidos. Si
alguien se droga repetidamente va a ser mirado y a mirarse a sí mismo más como
un drogadicto que en cuanto a sus capacidades de recuperación; si alguien
fracasa repetidas veces en intentar un emprendimiento, va a considerarse
y ser considerado como un “perdedor” y no a imaginar toda la gama de recursos
que le son posibles y todavía no exploró ni desarrolló.
Lo mismo ocurre con las familias, las instituciones, las culturas. Los modelos de
déficit se han instaurado en el centro de los paradigmas
médico-psiquiátrico-psicológico-sociales y nos inducen a pensar pronósticos
reductores y negativos que inhiben a los sujetos de tomar iniciativas para
resolver sus dilemas, y de asociarse con pares para ganar y enriquecer sus
capacidades. Más bien, los modelos de déficit que niegan las capacidades de
quienes protagonizan sufrimientos, los han inducido a buscar en quien delegar
la solución posible y a transformarse en pasivos receptores de esas soluciones,
en lugar de ser quienes activamente propongan lo mejor para sus propias
necesidades.
También ha sido propio del devenir de los modelos en
el específico campo de la salud mental que, en el estudio y las prácticas
relacionadas con las conductas humanas, los profesionales nos hayamos topado
frecuentemente con conceptos que tienen nombres nuevos y resonantes que, a poco
andar, se nos vuelven formas nuevas de denominar viejas propuestas las que, sin
demasiadas explicaciones, han quedado fuera de las corrientes centrales del
momento.
Bien podemos coincidir en que las prácticas
psicológicas predominantes y aceptadas (psiquiatría, psicoanálisis, algunas
psicoterapias) son costosas, recortan demasiado a las personas de sus
contextos, no están orientadas a soluciones, se prolongan en tiempos muchas
veces impensables para otras prácticas (años), a veces no producen cambios
positivos en conductas que afectan severamente a las personas (como en el
alcoholismo, la drogadicción, la violencia, etc.). Sin embargo en Argentina han
sido escasos los intentos de incorporar otras pautas (como las de la psicología
y la psiquiatría comunitaria) a los servicios hospitalarios, así como también
escasos los esfuerzos por incorporar ese tipo de pautas a las políticas de
salud mental. Pero la necesidad de respuestas a los problemas graves
mencionados (alcoholismo, drogadicción, violencia familiar y social, trastornos
graves de conducta), problemas de visibilidad creciente, ha llevado poco a poco
en los últimos diez años, a la creación de agencias gubernamentales (OG) y no
gubernamentales(ONG) dedicadas a abordar estos problemas, muchos de ellas con
enfoques que trascienden las teorías psicológicas de las corrientes centrales, incorporan aspectos de los enfoques
comunitarios e investigan sobre modalidades innovadoras.
Con todo, es necesario todavía buscar las formas y los lenguajes apropiados que
puedan afianzar y enriquecer las prácticas profesionales que incorporan el
contexto social en sus propuestas y que hacen lugar a la confianza en los
recursos que los protagonistas tienen para hacer frente a sus problemas.


¿Por qué estudiar las resiliencias[1]?

A lo largo de diversos recorridos teóricos y técnicos desde los que voy sumando los
aportes que me merecen respeto, el concepto de resiliencia y los
enfoques que incorporan este concepto, se me aparecen justamente como una
fuente de esas formas y lenguajes en los que podemos confluir los profesionales
interesados en una práctica que ayude eficazmente a resolver problemas y a
lograr bienestar para sectores amplios de población.

Otro concepto que aporta esas formas y lenguajes que necesitamos los prácticos desde
los trabajos de los teóricos para habilitarnos acciones fructíferas, es la
noción acerca de la construcción social de la realidad, asociada por un
lado a la concreta ejercitación de-constructiva que nos ayuda a jugar y
a dudar de afirmaciones que pueden reducir nuestras posibilidades y, por otro,
al entrenamiento en participar de conversaciones que promuevan los
cambios deseados. Desde el enfoque del construccionismo social [2]
podemos de-construir y re – definir en diversos contextos el género, la
familia, los roles de padres y madres, el amor, los contratos matrimoniales, la
historia individual y colectiva, la vida cotidiana, y tantos otros temas que
condicionan emociones y conductas. También podemos tomar conciencia de las
tendencias que sostienen nuestros propios discursos y generar y cuidar un
lenguaje que ayude a producir debates y conversaciones liberadoras.

Modelos


El otro punto clave que aporta lenguaje y formas heurísticas para prácticas que
buscan fortalecer las personas y las relaciones, se refiere al cambio de enfoque que representan estos modelos,que entran en los llamados modelos que se apoyan en las competencias y
recursos y dejan de poner énfasis en los problemas y las fallas como son los
modelos de déficit. [3]
Habíamos mencionado cómo la visualización y la difusión de la noción de las
resiliencias (tanto atribuidas a individuos como a grupos sociales) produce
ese efecto de cambio paradigmático, desde un lenguaje y una forma capaz de
convocar a profesionales de la salud mental de diferentes orientaciones. A
partir de esa noción se abre la posibilidad de que los operadores investiguen las capacidades que pueden desplegar los miembros de cada familia con la que se ponen en contacto, en
lugar de designarlos como “patológicos” o de responsabilizarlos totalmente por
los problemas que presentan.

Teorías causales

También este concepto tiene la propiedad de poner en duda teorías causales
deterministas en Psicología que proponen consecuencias inexorables para quienes
han tenido experiencias dolorosas de ataques o pérdidas significativas,
especialmente en edades tempranas.
Estos supuestos deterministas están tan integrados a la cultura que las
metáforas con las que se denomina a
esas experiencias negativas suelen ser : experiencias “stressantes” y
“traumáticas”, dando por sentado que producirán esos efectos del orden
de los déficit.

La observación de los desarrollos de vida que aparecieron al principio como excepciones
a esos desenlaces, y que empiezan a ser cada vez menos excepcionales en la
medida en que se abre el espacio mental para que ellas sean visibles, da lugar
a construcciones nuevas y a desarrollos que amplían las perspectivas del campo
de la Psicología, como la que se produce en torno al estudio de las
resiliencias individuales, grupales, relacionales, familiares y
comunitarias


¿Qué son las resiliencias?

El enfoque de las resiliencias significa poder pensar que, más allá de adversidades
sufridas por una persona, una familia, una comunidad, ésta tiene potenciales
capacidades para desarrollarse y alcanzar niveles aceptables de salud y
bienestar. Esas capacidades permiten tolerar, manejar y aliviar las
consecuencias psicológicas, fisiológicas, conductuales y sociales provenientes
de experiencias “traumáticas” sin una mayor desviación del curso del
desarrollo, con la comprensión adecuada de las experiencias y sus subsecuentes
reacciones. (Pynoos, R.S., 1984 en Posttraumatic Stress Disorder, citado por
Dina Krauskopf)[4]

Lasexperiencias adversas más frecuentes e importantes que encontramos son las que
implican carencias, abusos, sobreprotección, descalificación, negligencia e ineficiencia parental y de quienes lideran grupos sociales. También incluimos experiencias como las
de exposición a las adversidades
sociales sin apoyo (Wolin y Wolin, 1993), como son la oferta masiva del
consumismo, la exposición y pertenencia a culturas de evasión y transgresión,
la disminución de oportunidades de participación activa y positiva, la falta de
gratificaciones, la disminución de la confianza en resultados justos, las
experiencias de pobreza, marginación, de sufrir descalificación por ser
diferente, las experiencias de desocupación, detención, reclusión, de pérdida
de la inserción escolar, la carencia de
redes de apoyo, la carencia de aprendizaje de destrezas y de formas de lograr
autonomía. Agregamos la ausencia de proyectos, la ausencia de reconocimiento
social, la falta de canales para comunicar las necesidades, la falta de
oportunidades de desarrollar talentos alternativos, la falta de valoración de
los aportes al entorno, las experiencias de estigmatización, de invisibilidad y
de exclusión social.

Estaríamos identificando y enumerando algunos factores que sabemos que inciden
negativamente en la vida y el desarrollo de las personas, factores que han sido
exhaustivamente estudiados en su influencia y sus consecuencias posibles. Necesitamos ahora recoger el guante del
desafío que propone el enfoque de la resiliencia, que nos ayuda a desestimar
una respuesta lineal proporcional a estos handicaps iniciales y visualizar, en
cambio, todo lo que es posible hacer para ayudar a las personas a superar todos
estos inconvenientes.
También es importante advertir que este enfoque, como cualquiera, no es total, no
proporciona todas las respuestas ni está exento del riesgo de ser utilizado
dentro de los modelos que enfatizan los déficits. Dentro de esta línea, por
ejemplo, podemos reificar el concepto y pensar que hay personas “más
resilientes” y personas “menos resilientes”.


Resiliencias relacionales

Partiendo entonces de la conciencia de utilizar una metáfora fructífera, ¿cuáles serían
los elementos a tener en cuenta como resiliencias relacionales?
¿Cuáles capacidades relacionales
ayudan a recuperar y construir estados de bienestar?

Capacidades

En relación a estas capacidades relacionales, dice Froma Walsh que: “un conjunto de creencias y narrativas compartidas, que fomenten sentimientos de coherencia, colaboración, eficacia y
confianza, son esenciales para la superación y el dominio de los problemas” y,
en otra parte “…se expone el concepto de “resiliencia familiar” considerándolo
un marco de referencia útil para orientar investigaciones, intervenciones e
intentos de prevención”. Ella se pregunta y nosotros con ella: ¿Qué hace que
algunas familias se quiebren y se destruyan ante las crisis y qué hace que
otras consigan superar las crisis y aún resultar más crecidos y recuperados?
¿Cómo podemos definir y estudiar esos procesos beneficiosos para, a su vez,
ayudar a otras familias y otros grupos sociales? ¿O es que la adopción de una
perspectiva sobre las resiliencias es, en sí misma, uno de estos factores?
Hacer lugar a la creencia de que los golpes no necesariamente destruyen y de
que todas las personas cuentan con recursos para superar crisis, contribuye
enormemente a facilitar y acompañar la adopción de actitudes que ayudan a
afrontar adversidades.

Una idea semejante siguen autores como Haim Omer, en su libro “Parental Presences” y Guy Ausloos en “Las capacidades de la Familia” . El primero es brasilero, radicado
en Israel, y el segundo es belga, actualmente viviendo en Canadá. En otro
momento, autores estudiosos de las crisis familiares, como Gerald Caplan, David Reiss y Reuben Hill, hicieron grandes aportes para entender las familias y sus crisis evolutivas,
así como sus posibles crisis traumáticas, con enfoques que ponían el acento en
aspectos relacionales positivos, pero todavía no proponían un giro desde el
énfasis en los déficit hacia el énfasis en las competencias, ni, obviamente,
describían los alcances de tal giro.
Nuestro desafío actual es visualizar las interacciones familiares vistas desde los
recursos que es importante alentar y promover en aquellas familias donde se
suscitan las crisis. Pensar desde el enfoque de las resiliencias estimula
investigaciones en la dirección de poder puntualizar esos recursos que aparecen
en las relaciones[5] , en
especial en las relaciones con continuidad y con gran involucración afectiva.
Sin duda estas investigaciones apuntan a desarrollar un conocimiento sobre las
competencias y las potencialidades humanas que quedó postergado detrás de
tradiciones en investigación orientadas a estudiar especialmente los déficit de
las familias y de las funciones maternales y paternales[6]
.
Las investigaciones orientadas hacia la visibilización de las competencias han
permitido dudas y de – construcciones sobre teorías lineales que daban por
sentado que, dadas determinadas causas (por ejemplo, padres ausentes,
maltratadores o negligentes), deberían siempre suceder consecuencias
deficitarias (hijos enfermos o con conductas antisociales). No podemos dejar de lado que, el camino de
las propuestas formuladas desde estas teorías causales lineales, ha significado
la permanente culpabilización de las
familias, en particular de las madres, por parte de los operadores en el campo
de la salud mental, con las consecuencias en la práctica de intervenciones que
han sido búsquedas detectivescas de causas simplistas y reductoras, frente a
problemas presentados por niños y jóvenes.
Afortunadamente,
estudios serios, con seguimientos a lo largo de muchos años, comunican acerca
de individuos que han sufrido pobreza, violencia social y situaciones
familiares caóticas (drogas, alcohol, delincuencia de padres o hermanos) que,
sin embargo, han sido capaces de recuperarse y salir adelante[7].


De Rasgos individuales a Rasgos relacionales
Se han descripto características individuales halladas regularmente en las personas
que inspiraron las hipótesis acerca de las resiliencias, como gran autoestima,
inclinación optimista, temperamento alegre, sentido del humor y confianza en
las propias capacidades[8].
Ya M. Seligman (en “Learned Optimism”, N.Y., 1990)[9] comienza a describir aptitudes que no se ven como innatas sino que se relacionan con
procesos; en este caso describe el proceso de “aprendizaje del optimismo”,
partiendo de sus propios estudios
anteriores sobre el aprendizaje del pesimismo (hopelessness) o el aprendizaje
de la impotencia (helplessness). El autor citado demuestra que es posible
condicionar a las personas a confiar en su propia experiencia gradual y
acumulada de dominio y control [10],
con lo que describe una interacción basada en recompensas y estímulos, y
experiencias de consecuencias “previsibles” y “justas”.

Construir resiliencias

También podemos pensar que los rasgos positivos descriptos como “propios” de algunos
individuos, son favorecidos por algunas interacciones y dificultados por otras,
y que, por lo tanto, es posible contribuir a construir las resiliencias
(concepciones sistémico-ecológicas, evolutivas y contextuales) desde los
distintos grupos sociales e instituciones de la comunidad. “Cabe considerar a
la familia, el grupo de pares, la escuela, el lugar de trabajo o los sistemas
sociales amplios como nichos contextuales para la competencia social” dice
Bronfenbrennen, U., 1979, citado por F. Walsh[11].
Es esta última autora, Froma Walsh, quien distingue los factores contextuales
que promueven resiliencias individuales de las que serían resiliencias propias
de algunos sistemas sociales como la familia. Entre los primeros, además de los
reforzamientos basados en las experiencias de recibir consecuencias previsibles
enfatizados como factores fundamentales por Seligman, ella hace hincapié en los
procesos que estimulan la construcción colectiva de narrativas coherentes, que
van hilando historias de cada uno y de todos en las que los dolores y las
adversidades tienen un sentido comprendido y compartido por todos, y que les da
posibilidades de un lugar social digno.


Resiliencias Familiares

Como terapeuta formada en muchas líneas, estoy dedicada desde hace
muchos años al campo de las construcciones relacionales y las conversaciones
terapéuticas que se proponen ayudar a quienes están entrampados en problemas
que no logran resolver. En ese camino me topé con las concepciones sobre
resiliencias desde mi interés sobre los problemas de violencia familiar, el
maltrato infantil y los abusos sexuales de niños. Más allá de descripciones
sobre las consecuencias de las experiencias que algunas personas sufren, en la
bibliografía y en la experiencia de colegas[12]
de las redes en las que me fui apoyando, también resaltaron descripciones de
desarrollos de personas que no seguían las predicciones de síntomas y daños
aportadas por las teorías tradicionales sobre la conducta humana.
A pesar de haber sufrido los mismos golpes y ataques, algunas personas crecían
normalmente. ¿Cómo explicar estas observaciones que contradicen lo esperado?
Siempre pueden quedar como excepciones y entonces las teorías no se
conmueven, o, pueden intentarse otro tipo de explicaciones. La idea de las
resiliencias aparece como una de estas explicaciones que llevan a seguir
pensando, y a veces logran conmover las
teorías.
Proviniendo de la raíz resilio (vuelvo a mi estado original, recupero mi forma
originaria), una concepción de la resiliencia desde los dominios de la
Física se refiere a una medida de capacidad de los materiales de volver a su
forma cuando son forzados a deformarse. El estudio de esta medida de la
densidad de energía invertida en la deformación sin ruptura se profundizó en los estudios en relación a
los metales y a las consecuencias de los choques entre objetos.
Las ciencias sociales han encontrado fructífera a esta metáfora para describir fenómenos observados en personas que, a pesar de transcurrir su vida en condiciones de adversidad, son, de todas maneras, capaces de desarrollar conductas que les permiten una buena calidad de vida. Sería útil discutir las definiciones habituales
de adversidad y de calidad de vida, aunque cabe entender que, por
mucho tiempo, la adversidad fue ligada a la pobreza, y que actualmente este
tema es ampliado en los campos de la victimología y de los estudios sobre abusos y
sobre salud mental, incluyendo las experiencias de sufrimiento frente a
catástrofes sociales y naturales, y la crianza en condiciones de alcoholismo y
otras adicciones, psicosis, abusos y negligencia. También es necesario acordar
qué entendemos (dando los primeros pasos por el tercer milenio) por calidad de
vida, pero es indudable que el interés por el tema de las resiliencias
atraviesa y trasciende la medicina, la psiquiatría, las ciencias sociales y los
estudios de derechos y legalidad, espacio transdisciplinario en el que todas
estas definiciones cobran hondo sentido.

Salir adelante

Ya hemos visto que las observaciones sobre personas y grupos que
consiguen afrontar adversidades con éxito, de alguna manera proponen un desafío
a los paradigmas tradicionales en cuanto a la forma de abordar los problemas y
sufrimientos humanos. Mientras la mirada tradicional ha enfocado el
trauma, el daño, los problemas, las limitaciones, las carencias y las
“desviaciones”, elaborando diagnósticos cada vez mas complejos [13],
en el afán de encontrar “causas” y “consecuencias” predictibles, así como
metodologías de corrección a la desviación (con respecto a un eje de
“normalidad”) o ”síntoma”, la propuesta de la resiliencia es enfocar y
enfatizar los recursos de las personas y los grupos sociales para “salir
adelante”.

Reforzar capacidades - entrenamientos

Como esto desestabiliza las teorías tradicionales, en el campo de la
psicología, hasta ahora no ha sido fácil enseñar en las academias acerca de
cómo evaluar y reforzar las capacidades de las personas, y, sin embargo, todos
nos hemos entrenado y hemos aprendido mucho acerca de cómo recortar
regularidades y definir “síndromes” a partir de conductas indeseadas que se
repiten.

Reforzar competencias

En ese sentido, esta metáfora, la resiliencia, tal vez por provenir del campo de las
ciencias duras, ha tenido la posibilidad de captar entusiasmo acerca de un
inexplorado fenómeno humano, el de sus recursos y competencias, de un modo más
consistente que otros intentos teóricos orientados en direcciones semejantes
(síndromes adaptativos, fuerzas del Yo, concepciones sobre salud mental y
personas sanas, estudios sobre recursos y
competencias, etc). El enfoque
sobre la patología y lo “desviado” ha
sido mucho más tentador y sintónico con las funciones esperadas y delegadas en
los profesionales.
Los pioneros de la línea sistémica, en especial los que venían de la
terapia de niños, empezaron a incluir a la madre en los tratamientos porque se
daban cuenta de que el supuesto de que la familia depositara el niño “enfermo”
en el consultorio del psicólogo y que éste les devolviera el niño “curado” casi
nunca funcionaba, y, en cambio, sí se modificaban conductas del niño a partir
de conversaciones en las que la madre estaba incluida. Pero, de esto, sólo unos
pocos profesionales fueron consistentes con la idea de que estábamos frente a
recursos de las madres y de los niños que poníamos en juego. Más bien, muy
rápidamente, se volvía a la idea de que la madre era quien hacía algo malo o
negativo que provocaba los síntomas en el hijo, con lo que el viejo paradigma
reaparecía, y los hallazgos volvían a ser envueltos en el mismo paquete de
ideas, sin ser revisados.
Las conversaciones que se están gestando a partir del uso de la metáfora
de la resiliencia permiten sostener una
mirada sobre los factores de protección (y no tanto sobre los de riesgo), y
sobre la posibilidad de identificar los recursos usados por individuos y
comunidades para mejorar sus condiciones de vida, aun en circunstancias
terribles.

Reforzar la resiliencia

Sin dejar de lado las vulnerabilidades de personas y de relaciones ni la inclusión
de los conflictos en los procesos vitales, los estudiosos de las
resiliencias han definido algunas de las condiciones que las refuerzan: entre
estas condiciones se encuentran creencias, actitudes y aptitudes que ya han
sido mencionadas y descriptas, tales como: la capacidad de buscar y dar
colaboración, la confianza en sí y en los otros, las habilidades
comunicacionales, las capacidades expresivas, las habilidades en la resolución
de conflictos, la capacidad de autoestima y de autocontrol, la capacidad de
compromiso y participación, el acceso a las emociones ligadas a la esperanza y
al optimismo, la alegría, el humor , la flexibilidad, la capacidad
autorreflexiva.

Buscar cualidades

Así y todo, como la idea no es definir individuos, familias o redes sociales resilientes
como si se tratara de una “esencia” que algunos tienen y otros no, sino la de
buscar reforzar las cualidades que están potencialmente presentes en los
paradojales individuos-sociales humanos, Froma Walsh observa que, en las
relaciones, es muy importante que las personas lleguen a:
·
Reforzar cualidades
·
Reconocer los problemas y limitaciones que hay que
enfrentar.
·
Comunicar abierta y claramente acerca de ellos.
·
Registrar los recursos personales y colectivos
existentes.
·
Organizar y reorganizar las estrategias y
metodologías tantas veces como sea necesario, revisando y evaluando los logros
y pérdidas.
Para esto, la autora
encuentra que es necesario que, en las relaciones, se produzcan las siguientes
prácticas:
Ø
Actitudes demostrativas de apoyos emocionales
(relaciones de confirmación y confianza en las competencias de los
protagonistas),
Ø
Conversaciones en las que se compartan lógicas (por
ejemplo, acuerdos sobre premios y castigos),
Ø
Conversaciones en las que se construyan significados
compartidos acerca de los acontecimientos perjudiciales, con coherencias
narrativas y con sentido dignificador para sus protagonistas

Es interesante poder plantearse cómo es que aquellos rasgos definidos como
individuales en un principio, son encontrados en los grupos familiares capaces
de superar problemas graves. Tal vez, una manera adecuada de describir estos
rasgos sea la enumeración de lo que hemos visto que estas personas son capaces
de desplegar en sus relaciones. Una conducta infaltable es la de producir
intercambios en los que aparecen rasgos de humor. Alguno puede
transformar la lectura de situaciones vividas por todos en un relato que puede,
inesperadamente, hacer reír. También está presente la capacidad de fantasear,
imaginar situaciones futuras, cultivar y conservar los sueños y las esperanzas,
sin que esto signifique alimentar falsas ilusiones. Otra conducta de hallazgo
sistemático ha sido la capacidad de des – culpar, es decir, de entender
que las adversidades no deberían ser entendidas como culpa de alguien que queda
cargado con ese estigma. Hemos escrito numerosos artículos sobre la importancia
de NO JUZGAR, o, por lo menos, revisar las emociones negativas que se nos
generan cuando nos posicionamos como jueces. Otros autores ponen énfasis en la
operatoria de armado de una narrativa empática en la que las personas se
perciban como centros protagónicos de historias creíbles, que apuntan a mejoras
y a recuperaciones de la dignidad de los protagonistas, y aún con alguna
posible estética diferente de la esperada[14]. Más convencionalmente, han sido descriptas
capacidades de comunicarse abiertamente, de expresar emociones,
de usar códigos comprensibles para otros, de experimentar en conjunto sensaciones de complicidad y pertenencia, con vivencias importantes de aceptación e inclusión.

Se habla asimismo de la necesidad de los miembros de una familia de ser flexibles,
es decir, de poder introducir flexibilidad en sus relaciones. Las
familias necesitan también ejercitar funciones de cuidar y conservar
que requieren de capacidades como la estabilidad y la firmeza. Pero el miedo a
perder estas últimas puede llevar a algunos a aferrarse a conductas que ya no
les sirven, y a quedar pegados a reglas que no condicen con los contextos
actuales de convivencia. Por ejemplo, en las familias inmigrantes (en Argentina
en la actualidad, las constituyen mayoría de paraguayos y bolivianos), es común
que los padres y la generación de adultos impongan a los jóvenes pautas que
eran útiles y seguras en su país de origen, pero que no les sirven en las
circunstancias propias de la nueva cultura. Si pueden conversar entre los que
tienen visiones diferentes sin que los miedos a las pérdidas les impidan o
cierren los intercambios, se producen adaptaciones menos dolorosas para todos.

En esos casos, a los adultos de cada familia, les toca ser capaces de renunciar a
tener siempre la razón, de renunciar a
ser poseedores de la “verdad objetiva”, y con ello, poder escuchar posiciones
diferentes y basadas en lógicas no habituales para ellos. El prestigio de la
experiencia y del lugar de respeto que merecen los adultos no necesariamente se
gana con el ejercicio del poder por sobre las personas más jóvenes y más
dependientes, sino, a veces, justamente cuando se es capaz de no aferrarse a
lugares de superioridad y de permitir cuestionamientos y críticas que no
impliquen que se los descalifique como personas.
Especialmente en las situaciones de crisis, todos somos más vulnerables a las provocaciones
y, por lo tanto, los vínculos son más frágiles. Es en esos momentos en los que
se necesitan actitudes y capacidades relacionadas con la función de sostener
vínculos. Quienes transmiten que pueden pelearse y enojarse pero que eso no
significa la ruptura de lazos de pertenencia y acceso, están demostrando esa
capacidad de sostén de las relaciones que los más perturbados pueden no estar
momentáneamente cuidando. Esto también
se pone en juego cuando en las familias se animan a dejar de lado la excesiva
protección y se desarrollan capacidades de desafiar inhibiciones y temores,
sosteniendo los vínculos y las personas. Otras capacidades que hemos detectado
en las personas y relaciones de las familias que han logrado salir airosas de
grandes crisis son las siguientes: capacidades de innovación, de creación,
de adaptación (afrontar lo nuevo aprovechando todo lo que trae como enseñanza);
capacidades de superar impotencias, obstáculos, de no darse fácilmente por
vencidos, de estimular a los más quebrados, de no abandonarlos; capacidades de
aprovechar y generar recursos; capacidades de construir definiciones colectivas de límites, de
pautas, de roles, de objetivos, de necesidades, de estrategias ; capacidad de
proyectarse en el tiempo y anticipar otros momentos en los que la situación
pudiera haber cambiado, es decir, de experimentar sensaciones de confianza en posibles cambios positivos.
En todas las familias existen estas potencialidades. Muchas veces, lamentablemente, sólo
algunos de sus miembros las ejercen (mayoritariamente abuelas y madres).


Papel de los operadores del campo de la salud mental

En este campo, la mayoría de los profesionales hemos sido formados en
modelos que enfatizan la enfermedad y el daño. A menos que cuestionemos nuestra
formación y reflexionemos, vamos a
actuar en las redes relacionales con la tendencia a mirar lo desviado, y
perderemos de vista los recursos de quienes han vivido y superado las
experiencias de sufrimiento.

Mirar las competencias

Si pensamos, en cambio, que es posible encontrar las competencias individuales y
grupales y que los recursos sociales (como son los mismos operadores de la
salud mental) pueden reforzar las resiliencias de personas, familias y
culturas, se plasma la capacidad de ejercitar una permanente mirada sobre las
competencias. Ese es el factor de resiliencia más importante que pueden aportar
los operadores.
Pero, no sólo eso, sino que, desde el énfasis en las desviaciones, corremos el riesgo de no ayudar a construir las narrativas coherentes, con significados dignificadores, que van a producir
consecuencias de fortalecimiento.
Quienes trabajamos con problemas de violencia familiar, abusos, adicciones, maltratos
en general, a veces también nos “quebramos” y nos “enfermamos” como personas y
también como grupos, como equipos, como centros de atención. Si los operadores
podemos poner en práctica los consejos de Froma Walsh y otros autores que
profundizan sobre las resiliencias para con las familias, y podemos corrernos
por fuera de las miradas sobre los déficit (de los consultantes, de nosotros,
de nuestras teorías y técnicas) y centrarnos en desarrollar nuestras
competencias, ese cambio de paradigma se convierte en un factor importante de
nuestras propias resiliencias.
Estamos aprendiendo gradualmente qué es lo que realmente ayuda a
nuestros consultantes. Muchas veces lo estamos aprendiendo de ellos mismos, y,
también de quienes han sido exitosos en lidiar con problemas y experiencias
semejantes. Sabemos que no conviene estigmatizar ni hacer predicciones
reductoras de las posibilidades de las personas, que conviene sumar recursos y
no promover ni participar de rivalidades asistenciales (hemos encontrado
profesionales con dificultades para sumar esfuerzos, que se disputaban entre sí
la atención de los casos en lugar de ayudarse).
La metáfora de la resiliencia nos permite ampliar los enfoques
terapéuticos a enfoques psicosociales y, ganar en humildad buscando alianzas de
redes ampliadas en lugar de culpables a quienes castigar. La ilusión de una
teoría o un sector profesional MAS o
MEJOR que los otros no nos ayuda a sumar.
Este libro, Resiliencia, eds. Melillo, A. – Suarez Ojeda, es un ejemplo de intento de sumar e intercambiar buenas ideas que nos
abran el horizonte sobre nuestra propia posición en este campo. Como ejemplo
del terreno de la violencia, vemos que las mujeres y hombres que han sido
violados /as se benefician notablemente si entran en conversaciones con
personas que los /las confirman en su capacidad de haber defendido y salvado
sus vidas (Inés Hercovich, Socióloga) (narrativa coherente dignificante), si
pueden compartir la idea de que la experiencia sufrida tiene que ver con la
violencia más que con la sexualidad, y
que nada de lo que ellas hicieron provocó la acción violenta de sus
victimarios. El ejemplo sirve para muchas otras situaciones de sufrimiento y
desestabilización.

Para concluir: poder ayudar a construir desde la adversidad nos implica a nosotros,
los profesionales, que también tenemos que poder pensar e imaginar modos
constructivos de procesar las experiencias.



María Cristina Ravazzola.

Mayo de 2001


Bibliografía:

Aron,A. Ma.; “Un modelo de salud mental
comunitaria en Chile” , Ciencias
Sociales y Medicina: Perspectiva latinoamericana. Editorial Universitaria,
Santiago, Chile, 1992

Bronfenbrenner, U., The ecology
of human development, Cambridge: Harvard University Press, 1979

Dabas,Elina; “¿Quién sostiene a las familias que tienen que sostener
a los niños? Redes sociales y restitución comunitaria”. Viviendo Redes,
Experiencias y Estrategias para fortalecer la trama social. Buenos
Aires: Ediciones Ciccus. 2006


Dugan, T. y Coles, R;
eds. The child in our times: studies in
the development of resiliency, Nueva York:
Beunner/Mazel. 1989



Felsman, J.K. y Vaillant, G. E.; “Resilient children as adults: a
forty-year study”, en E. J. Anthony y B. J. Cohler, eds., The invulnerable child, Nueva york:Guilford Press, 1987, pgs.
289-314.


Garmezy, N.; “Resiliency and
vulnerability to adverse development outcomes associated with poverty”, American Behavioral Scientist, vol. 34,
416-430, 1991

Gergen, K.; ”La Construcción Social, emergencia
y potencial” , Construcciones de la
Experiencia Humana, Marcelo Pakman compilador, Barcelona: Gedisa Editorial.
1996.


Helmreich, W. B.; Against all
odds: Holocaust survivors and the successful lives they made in America,
Nueva York: Simon & Schuster, 1992.

Molina
Loza, C. A.; Chaves para uma
terapoética da familia. Belo Horizonte: Ed. ArteSa. 1998

Werner, E. E.; .y Smith, R. S., Overcoming
the odds: highrisk children from birth to adulthood, Ithica: Cornell
University Press. 1992

* Autora: Ma.
Cristina Ravazzola, Supervisora General de Fundación Proyecto Cambio. mravazzo@sion.com
proyectocambio@sion.com



[1] Resiliencia:
Capitalizar las Fuerzas del Individuo de Stefan Vanistendael . Publicación del
Secretariado nacional para la Familia, Oficina Internacional católica para la
Infancia (BICE), Buenos Aires, Argentina, 1996.
[2] Siguiendo a
Kenneth Gergen(1996)
[3] Ana María
Arón y sus colaboradoras en la investigación sobre Violencia Escolar del FONDEF
y la UCL de Santiago de Chile analizan estos modelos en un artículo inédito.
[4] Dina
Krauskopf : El Fomento de la Resiliencia durante la Adolescencia. Revista
Desarrollo. Centro Pro niño de la Fundación
Paniamor.
[5] En otros
capítulos se profundizan temas de resiliencia referidos a personas
individuales.
[6] Aun así,
hubo terapeutas familiares que siempre insistieron en apoyar su trabajo en las
“fortalezas” de la familia (Salvador Minuchin) o en “los tesoros ocultos”de la
familia (Ema Genijovich).
[7] Autores
citados por F. Walsh en su artículo “El concepto de resiliencia familiar:
crisis y desafío”, Sistemas Familiares, año 14 nro 1, 1998: Dugan, T. y
Coles, R.(1989); Felsman, J.K. y Vaillant, G. E.(1987); Garmezy, N.(1991); Helmreich, W. B.(1992); Werner, E.
E.; y Smith, R. S. (1992). También ejemplos citados por autores como B.
Cyrulnik, prácticas documentadas pero no siempre publicadas de profesionales
como M. Choclín en el Hospital Jorge de Burzaco (Prov. de Buenos Aires), de los
profesionales del Servicio de Adolescencia del Hospital B. Houssay (Vicente
López, Prov. de Buenos Aires), de los Programas de la Fundación Proyecto
Cambio….
[8] Así como
otras que se describen en otros capítulos de este libro.
[9] Autor citado
por F. Walsh, Ana María Arón(1992) y Tojo Thatchenkery (1999), en su artículo
“Appreciative inquiry as shifting conversations: A case study on the power of
reframing”, presentado en Social Construction and the Relational Practices
International Conference, New Hampshire, 1999, que tratan descripciones de
modelos de competencias
[10] Yo agrego –
de gestión -
[11] Autor
citado por F. Walsh en su artículo “El concepto de resiliencia familiar: crisis
y desafío”, Sistemas Familiares, año 14 nro 1, 1998: Brofenbrenner,
U.(1979)
[12] Para Maggy
Simeon y Edith Tilmans, Juliana
Montefiore Kandel, Gianella Peroni y Heidi Sigfried mis colegas de REBLASAM
(Red Belgo – Latinoamericana de Salud Mental) y el BICE (Bureau International
Catholique pour l´Enfance) y, en Argentina, la religiosa de la Congregación de
las Hermanas Adoratrices Marta Trejo, las licenciadas Verónica Rodríguez y
Gladys Lavieri, esta concepción era central en su trabajo.
[13] Cabe
analizar cuántos síndromes suma por año el DSM (Manual de estadísticas de
diagnóstico)
[14] Como
describe Carlos Arturo Molina Loza (1998).