viernes, 31 de diciembre de 2010

El trabajo en la interfase psico-socio-jurídica por Lic. Silvia Crescini*



Fuente: FUNDACION PARA LA INVESTIGACION Y CLINICA FAMILIAR http://www.fundacion-icf.com.ar/index_beta2.html
Resumen

El trabajo en la interfase psico-socio-jurídica es una práctica novedosa que incluye profesionales de la psicología, del trabajo social y del derecho.
La autora del presente artículo intenta dar cuenta de las vicisitudes de dicha práctica a través del relato de un caso de adopción de un niño maltratado que le fue derivado desde un Tribunal de Menores, en el que tuvieron activa participación diferentes actores sociales pertenecientes a la comunidad de la cual la familia adoptante formaba parte.
Se trabajó en interfase con el Tribunal de Menores, con el hogar de tránsito que recibió al niño en primera instancia y con la familia de acogimiento, que luego devino familia adoptante; destacando el rol del operador de interfase como gestor del proceso terapéutico. La tarea realizada se apoyó en el abordaje sistémico, activando las redes sociocomunitarias naturales que funcionaron como sostén del proceso terapéutico a la vez que representaron al sistema familiar ampliado, y favoreciendo la construcción de los puentes interinstitucionales que ayudaron a mantener el diálogo constante.

Palabras clave: Interfase psico-socio-jurídica, puentes interinstitucionales, operador de interfase, abordaje sistémico.

Abstract

The psycho-social-judicial inter-phase‟s work is a new practice that includes professionals from the psychology, social work and law.
The author of this paper tries to explain this practice‟s vicissitudes through a case - story of the adoption of an abused child, which came to her from a Children and Juvenile Court in which different social actors that belonged to the community of the adoptive family took an active role.
This work has been accomplished in inter-phase with this Court, the residential center that received the child in the first instance and with the foster family that later became the adoptive family; emphasizing the role of the inter-phase operator as the manager of the therapeutic process.
This work relied on the systemic approach, activating the natural socio-community nets which played as the support of the therapeutic process and represented the extended family system at the same time, as well as facilitating the construction of inter-institutionary bridges that helped to keep a fluent dialogue.

Key words: psycho-social-judicial inter-phase, inter-institutionary bridges, inter-phase operator, systemic approach.


* Lic. Silvia Crescini, psicóloga, terapeuta familiar. E-mail: silviacrescini@ciudad.com.ar,


Introducción

En este artículo se trasmitirá la práctica específica de lo que fue denominado en un primer momento como “el trabajo en la interfase psicojurídica”. El concepto de interfase está tomado de la Informática. Más adelante este concepto será desarrollado.
Se presentará un caso en el que intervienen diferentes actores sociales ligados a la “protección de la minoridad en riesgo”, denominación que está en plena transformación a partir de la promulgación de la nueva ley nacional 26061 de Protección Integral de los Derechos de niñas, niños y adolescentes. Cabe aclarar que dicha intervención se respalda en organizaciones comunitarias con fuerte ligazón con la doctrina social de la Iglesia Católica.

Alcances y objetivos de la nueva ley de Protección Integral de Derechos de niños, niñas y adolescentes

La nueva Ley de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, promulgada el 26 de octubre de 2005, tiene vigencia para todo el territorio de la República y se inscribe en los principios de la doctrina de la protección integral de los derechos de la infancia y la adolescencia. Derogó al decreto-ley 10.903 imbuido del antiguo modelo tutelar o de “patronato”, que se ocupaba de la “minoridad”.
La nueva ley simboliza un salto cualitativo en la concepción de la infancia y adolescencia donde las relaciones con la familia, la sociedad y el Estado quedan redefinidas.
Solo para destacar sus facetas más trascendentes puede señalarse que:
-Se establecen lineamientos que deben regir las políticas públicas en la materia.
-Se consagra de manera explícita la obligatoriedad de la aplicación de la Convención sobre
los Derechos del Niño y se precisan criterios en orden a principios rectores como el concepto del Interés Superior y garantías mínimas de procedimientos, sin perjuicio del reconocimiento expreso de derechos fundamentales.
-Se delimitan obligaciones y responsabilidades del Estado, la familia y la comunidad en la materia.
-Se establecen pautas para la conformación del Sistema de Protección Integral de Derechos.
-Se definen las modalidades de intervención estatal frente a la amenaza o vulneración de derechos de niños, niñas y/o adolescentes.1

Algunas consideraciones teóricas acerca del prefijo “inter” o “entre”

Para acceder a la definición del concepto de interfase es necesario importar explicaciones que provienen de la Informática. Se refiere a toda superficie de contacto, de articulación, de traducción entre dos o más órdenes de realidades diferentes. En un marco psico-socio-jurídico se prepara el terreno para que la “acción conjunta” sea efectiva.
Dice J. Shotter (1996) “...aquellos involucrados en tal acción conjunta crean „situaciones‟ entre ellos que, aunque pueden no contener objetos materiales independientes como tales, es como si lo hicieran. Porque quienes están dentro de una „situación‟ se sienten obligados a proceder conforme a las „cosas‟ en ella, no debido a su forma material, sino debido a que todos nos exigimos moralmente proceder conforme a lo que existe „entre‟ nosotros”.
Y más adelante: “...lo que nos complace llamar nuestro sí mismo es un fenómeno de frontera. En la práctica es menos una entidad y más una estrategia o conjunto de estrategias, un modo o un conjunto característico de modos de responder a los otros alrededor nuestro. Algo que solo aparece en ese punto de contacto (la cursiva es mía) con

1Ley de Protección Integral de los Derechos de los niños, niñas y adolescentes, Nº 26061, Texto de la ley y decretos reglamentarios, Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, Ministerio de Desarrollo Social, Presidencia de la Nación.


aquellos otros. O, si es una entidad, es una con fronteras constantemente disputadas y cambiantes; algo que re-unimos de un modo un día y de otro al siguiente”.
El concepto de “acción conjunta” evoca la idea de “entrelazamiento”, donde las acciones son precedidas por acuerdos previos –que en el caso que se presentará a continuación – se
establecen entre representantes de las diferentes disciplinas convocadas: el derecho, la psicología y el trabajo social, para construir lo que Carlos Sluski (2008) ha denominado “interlenguajes”. El concepto de “acción conjunta” y el de “interlenguajes” van de la mano con el de interdisciplina. La interfase psico-socio-jurídica se sostiene en la “acción conjunta” y en la generación de “interlenguajes” para llevar adelante la propuesta que se traduce como “trabajo en interfase”.
La interfase remite a enlace, contacto, conexión entre dos o más personas, situaciones, instancias, grupos, instituciones, sectores. En este sentido, interfase e interdisciplina están íntimamente relacionadas. Fried Schnitman y Schnitman (2000) mencionan que los “espacios intermedios” pueden ser definidos como una instancia dialógica de acción social coordinada.
Enriquece el aporte que hizo Rosa María Ravera, (filósofa especialista en Estética) para definir el espacio “inter” o “entredós” como ella caracterizó al ámbito que se genera entre el artista y su público, a través de la obra de arte. Ella lo llama “mediación estética”. Funciona como puente entre ambos; resulta sumamente útil para dar cuenta del espacio “inter”, el “no man's land” propio del operador de interfase.
Explica R. M. Ravera2: “Lo que se procura en estas líneas es obtener la visualización de un espacio entre, rastreado en el derrotero de mediaciones que han sido históricamente

2AE Rosa María Ravera. La mediación estética. (www.uqtr.uquebec.ca/AE/vol_2/ravera.html).



operativas y que son aún hoy actuantes, persuadidos de que la laboriosidad de ese territorio experimental no da indicios de dominio intelectual ni está viciado categorialmente.”... “Para ello, las mediaciones podrían (deberían) multiplicarse al infinito, en ilimitada semiosis, sin pretensiones unitarias ni globales, como avances interpretativos tendientes a reconocer la privilegiada inmediatez del sentir, y la esperanza de una comunidad estética. También con la significación de un renovado sensus communis, aceptando que todos somos capaces de apreciar y construir formas desde la interioridad de un sentimiento que es propio de la especie y que retiene la posibilidad universal de una comunicación intersubjetiva.” El concepto de sensus communis (la cursiva es de la autora) me fue útil para reconocer que estaba “operando” en esa dimensión con cada una de las personas que componíamos ese singular sistema terapéutico.
Carlos Sluzki (2008) habla de “interlenguaje” refiriéndose a las estrategias propias de la resolución alternativa de conflictos o mediación, refiriéndose al lenguaje específico que requiere el trabajo en interfase para que sea transformativo. En ese sentido es un “lenguaje novedoso” porque permite a los diferentes operadores experimentar el sensus communis que plantea R. M. Ravera.


El operador de interfase


El operador de interfase es un facilitador que permite que las instituciones intervinientes devengan genuinos actores sociales responsables de la misión que cada uno comporta. Es un articulador, un verdadero tejedor de redes. Atento a la trama que se va entrelazando realiza un trabajo artesanal, verifica permanentemente que las conexiones estén en condiciones de operar, que la interfase esté en funcionamiento, que las bisagras estén aceitadas, que los vínculos devengan flexibles, “que si Mahoma no va a la montaña, la montaña se acerque a Mahoma”, sorteando obstáculos o bien transformándolos en información, en prueba fehaciente, en evidencia.
En la interfase pisco-socio-jurídica, el contexto judicial se vuelve ámbito de intervención para los operadores sistémicos (terapeutas, trabajadores/as sociales, abogados/as de familia), de modo que ipso facto devienen operadores de interfase.
Cuando el operador de interfase aprovecha el contexto judicial, este se convierte en una herramienta útil que le permite reforzar la intensidad de la intervención aumentando las opciones de conciliación en las disputas o afinando la herramienta diagnóstica en las evaluaciones. El operador de interfase deberá abocarse a la construcción de un interlenguaje que permita una comunicación fluida sin que por ello se abandonen los instrumentos propios de cada disciplina. Por el contrario, intentará que se vuelvan inteligibles para unos y otros las singularidades que definan cada lenguaje específico en las diferentes disciplinas.

El trabajo en interfase


El trabajo en interfase genera instrumentos que le permiten al operador moverse con soltura en el resbaladizo terreno de las situaciones judiciales. Lo judicial, a través de la orden del juez, reasegura el continente psicológico que suele desbordar cuando se desatan las pasiones, los conflictos individuales, de pareja, familiares y de contexto. De idéntica manera el aporte psicológico permite a jueces y juezas hacer una mejor justicia, en la medida en que puedan reconocer los patrones de conducta de las familias o parejas en crisis que llegan al tribunal.
Es necesario tener en cuenta que las familias o parejas que llegan al ámbito jurídico han agotado las instancias previas o han desbordado los diques que otras instituciones, ya sean educativas o de salud, intentaron construir.
En este sentido cabe recalcar, que el contexto judicial se vuelve ámbito de intervención para el equipo de salud mental, teniendo en cuenta que la medida judicial apropiada aplicada en el momento oportuno funciona como una verdadera intervención en crisis.

Acerca de la “minoridad” y la ley

Una de las cuestiones más complejas por las que atraviesa la tarea tiene que ver con los cambios que se han producido desde que se promulgó la Ley Nacional 26061 de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, según la cual el término “menor” calificaba a los niños y niñas huérfanos, o los que se encontraban en estado de “abandono”, por lo tanto esos niños y niñas debían ser “judicializados”, es decir, puestos bajo la “tutela”3 del juez o jueza de menores, quien podía disponer del niño, niña o adolescente, según su criterio, así como también podía mandar a evaluar a los padres de los mismos y determinar su capacidad para ejercer la Patria Potestad4; si la misma no se confirmaba las niñas, niños y adolescentes eran internados en institutos de menores o bien dados en adopción.
Aún cuando la Convención Internacional por los Derechos del Niño fue suscripta por Argentina en 1990, adquiriendo rango constitucional en 1994 con la reforma de la Constitución Nacional en la Asamblea Legislativa de Santa Fe. Se mantuvo el Patronato que garantizaba el control social del Estado, sobre los “menores en riesgo”, a través del tutelaje. En cambio, la Ley 26061 garantiza la Protección Integral de la Infancia: Derechos, Garantías y recursos en función del Interés Superior del Niño. Es decir que a través de la

3“Es el derecho que la ley confiere para gobernar la persona y bienes del menor de edad que no está sujeto a la patria potestad, y para representarlo en todos los actos de la vida civil”, art. 377 del Código Civil. Bossert Gustavo A., Zannoni Eduardo A. Manual de Derecho de Familia, pág. 451.
4“El conjunto de deberes y derechos que corresponde a los padres sobre las personas y bienes de los hijos, para su protección y formación integral, desde la concepción de estos y mientras no se hayan emancipado”, art. 264 del Código Civil, op. cit., pág.419.
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nueva ley, el niño, niña o adolescente deja de ser “objeto de protección” para pasar a ser “sujeto de derechos”.


El contexto de la derivación

En este contexto, apenas sancionada la Ley 26061, recibí el llamado de una de las trabajadoras sociales perteneciente al equipo técnico de un tribunal de menores del conurbano bonaerense; quien conocía mi trayectoria como operadora en la interfase psicojurídica en ocasión de ejercer como tal en el mencionado tribunal de menores; razón por la cual la jueza Dra. G. sugirió que la familia P. que deseaba consultar por los problemas de aprendizaje y de conducta que presentaba su hijo menor, adoptado en dicho tribunal, años atrás, me fuera derivada.
Los tribunales de menores de la provincia de Buenos Aires contaban con la colaboración de un Equipo Técnico dentro del Tribunal, constituido por psicólogas/os, trabajadoras/es sociales, médico/a psiquiatra infantil y médico/a pediatra.
En principio, el mencionado equipo era el encargado de determinar el grado de gravedad que revestía la situación particular de los “menores en riesgo” que llegaban al Tribunal.
Es necesario aclarar que la trabajadora social que se puso en contacto conmigo; había intervenido desde el inicio en el caso siendo el contexto tribunal, el ámbito donde se tomaron las primeras decisiones que tenían como objeto “proteger” al menor llamado Juan C. del maltrato físico y moral del que había sido víctima. Corría el año 1993, todavía bajo la vieja legislación.
El bebé de siete meses fue internado por desnutrición. Su madre era una menor de 14 años, que lo “entregó” a una de sus hermanas mayores para que lo críe, en tanto ella se volvía a su provincia.
Esta tía se acercó a la parroquia del barrio para pedir ayuda. La parroquia la envió a un centro materno infantil, que al comprobar la desnutrición dio intervención al tribunal.
La jueza Dra. G. designó a M., trabajadora social, para que se ocupara de conseguirle la vacante para la internación. Es así que Juan C. llegó al Hogar de Tránsito dirigido por la Sra. Ana S. e inmediatamente fue puesto al cuidado de una familia de acogimiento: los P.
La derivación a la consulta la recibí cuando Juan C. ya era Juan José P. de 13 años de edad.
Antes de penetrar de lleno en las vicisitudes del caso, es conveniente dedicar una sección a describir el funcionamiento del Hogar de Tránsito y de las Familias de Acogimiento, en tanto instituciones pertenecientes a la comunidad que rodea al Tribunal de Menores, prestando servicios sociales que refuerzan la acción tutelar del servicio de Justicia, responsabilidad del Tribunal de Menores.

El Hogar de Tránsito y las Familias de Acogimiento: extensiones del Tribunal de Menores

Entre las organizaciones comunitarias que colaboraban con el tribunal, se encontraba el Hogar de Tránsito que dirige la Sra. Ana S., una institución que fue creada para poner en práctica el concepto de “protección”5 propio de la Ley de Patronato. Es un espacio para proteger y resguardar a la “minoridad en riesgo”, tal como lo mencionaba la derogada ley 10903. Los niños y niñas permanecían internados (Hogar de Tránsito o Familia de Acogimiento) mientras duraba la medida de protección impuesta por el juez, hasta tanto la familia biológica estuviera en condiciones de hacerse cargo; o bien, el niño o niña fuera dado en adopción. La medida suspendía por el mismo período la patria potestad de los padres biológicos cuando hubieren incurrido en abuso, maltrato o violencia contra el niño, niña o adolescente.
Las Familias de Acogimiento (también llamadas Familias Guardadoras), por su parte, sustituían durante un período a la familia biológica cuando el juez le otorgaba la guarda

5Referido al art.234, del Código Procesal cuando la Ley de Patronato estaba en vigencia. Se procedía de este modo en los casos de menores o incapaces que fueran maltratados por sus padres, tutores, curadores o guardadores, o inducidos por ellos a actos ilícitos o expuestos a graves riesgos físicos o morales. Op. cit., pág. 478.


provisoria6 del menor. Al mismo tiempo, el acogimiento familiar permanecía mientras los padres biológicos eran asistidos psicosocialmente. En la actualidad, tales instituciones se mantienen de manera restringida, lo que significa que solo son utilizadas en los casos extremos en los que el juez debe tomar “medidas especiales de protección”7.
Las mencionadas familias colaboraban voluntariamente con el Hogar de Tránsito dirigido por la Sra. Ana S., recibiendo a aquellos “menores” que necesitaban cuidados especiales. El término “acogimiento” fue utilizado por Matilde Luna (1994), quien lo despliega cuidadosamente como una alternativa pedagógica y de sostén para aquellas familias que necesitaran ayuda para criar a sus hijos. “A partir de la segunda mitad del siglo XX, con algunos antecedentes aislados, la ubicación de chicos en familias es empleada como modalidad asistencial alternativa a la institución asilar para los niños en situación de riesgo, a los que se debía apartar de su medio familiar”… “las ventajas de la colocación familiar sobre otras formas de atención a personas con diferentes problemáticas –en particular menores– han sido reconocidas universalmente en los últimos años. Desde múltiples estudios provenientes de las diferentes disciplinas que abarcan el estudio y la aplicación de las políticas de asistencia a la infancia en riesgo, se han producido informes que respaldan tal valoración” (Luna, 1994, págs. 27,28).
Conviene aclarar que todavía regía la doctrina de la “protección de la infancia” a través de las instituciones vecinales fuertemente ligadas a la doctrina social de la iglesia promotora de la beneficencia y la filantropía.
La donación estaba presente en la mayoría de los actos que protagonizaron los miembros

6El tutor tiene el derecho y el deber de ejercer la guarda del menor, es decir, tener consigo al pupilo, viviendo en su misma casa. Op. cit., pág. 459.
7Son aquellas que se adoptan cuando las niñas, niños y adolescentes estuvieran temporal o permanentemente privados de su medio familiar o cuyo superior interés exija que no permanezcan en ese medio (art. 39).de la Ley 26061 de Protección Integral de los Derechos de niñas, niños y adolescentes.


de esta comunidad. Donaban casas, dinero, víveres, tiempo. El precepto religioso que guiaba sus vidas les imponía tales comportamientos. No parecía haber contradicciones. Por lo tanto, los niños, niñas y adolescentes recibían atención y cuidado genuino mientras aprendían a colaborar con las tareas domésticas, los mayores cuidaban a los más pequeños mientras se ayudaban mutuamente en las tareas escolares.
La fluida comunicación entre la jueza de menores, la directora del hogar de tránsito y el matrimonio de acogimiento garantizaba la circulación por los puentes interinstitucionales. El contexto religioso funcionaba como elemento aglutinante, generador de las redes socio-comunitarias que garantizaban el éxito de la “acción conjunta”, matriz del trabajo en interfase.
Como se verá más adelante, el sistema de valores que sostenía a los P. (familia adoptiva antes de acogimiento) enmarcaba dentro del presupuesto de la filantropía, sumada la práctica de la caridad y la misericordia pregonada por la Iglesia Católica que tanta influencia ha tenido en los temas de la minoridad.
La cuestión de la“minoridad” ha sido sostenida por múltiples intereses político-religiosos, es decir que las políticas públicas (sociales) concomitantes partían del presupuesto de la “protección” (Guemureman y otros, 2001). Sin embargo, en el presente caso, cabe afirmar que la protección fue real, es más, la puesta en acto de la protección desencadenó procesos impensados en el seno de la familia de acogimiento.

Analía y Horacio: de matrimonio de acogimiento a padres adoptantes

La familia de acogimiento, los P, que conformaban el grupo familiar conviviente son Analía, la mamá, (56) Horacio, el papá (58) y Juan José, el hijo adoptivo de 13 años.
Los padres adoptantes tenían 3 hijos biológicos: Ernesto (35), divorciado; Mariana (33), casada y Mercedes (31), casada.
Analía y Horacio se conocieron muy jóvenes. Se casaron cuando Analía tenía 18 años y Horacio, 20. Ambos provenían de familias tradicionales, vecinas del mismo barrio, en una localidad del conurbano bonaerense donde habitan familias de clase media, pequeños industriales, comerciantes y profesionales ligados fuertemente a la comunidad.
El padre de Analía los ayudó económicamente en los primeros tiempos del matrimonio. Horacio era cantante pop. Ya habían nacido los hijos mayores, Ernesto y Mariana, cuando recibió una oferta para actuar en el extranjero. Debía ausentarse varios meses para cumplir con la gira. Analía se opuso. Se iban todos, o se terminaba el matrimonio.
Analía no se movió de su decisión (cortó menos diez –según su propia expresión–), por lo tanto Horacio renunció estoicamente a su carrera como cantante y se acopló a la familia L. Su suegro lo ayudó con dinero para poner un negocio de telas. Horacio prosperó como comerciante. Analía trabajó atendiendo el negocio mientras criaba a sus hijos mayores.
En el ínterin, queda embarazada de un tercero/a que resuelven abortar, evento vivido con gran sentimiento de culpa por Analía. Al tiempo queda nuevamente embarazada y nace Mercedes. Horacio hubiera preferido quedarse con dos hijos.
Durante las entrevistas, surgió una y otra vez el costo emocional que tuvo el aborto para Analía y lo sola que se sintió durante el embarazo de Mercedes y su posterior nacimiento.
Horacio siempre fue celoso y posesivo con su esposa. Nunca digirió demasiado bien el tener que compartirla con sus hijos, con la familia de origen y con las actividades que Analía realizaba en la comunidad. Tan así es, que Horacio se incorporó a la actividad comunitaria a través de los encuentros matrimoniales que propuso la parroquia, como una manera de compartir objetivos con Analía.
De este modo es que se convirtieron en familia de acogimiento. Es posible entenderla como una estrategia reparatoria inconsciente para tramitar el aborto. Analía hizo que Horacio se comprometiera fuertemente con el voluntariado como una manera de permanecer unidos, más allá de los tres hijos.
En este contexto los P. recibieron a Juan C. Como se expresara más arriba, ellos son católicos practicantes y respondían al perfil que el dispositivo de la filantropía, la protección y la tutela requieren para “asistir” a quien lo necesita. Pertenecían a un centro comunitario, cuya organización y coordinación estaba a cargo de los feligreses notables de la parroquia local. No conocían al pie de la letra lo consignado en la Convención Internacional por los Derechos del Niño, sin embargo se comportaban dentro de los cánones que la mencionada convención pregona. Aparecía la doctrina social de la Iglesia respaldando el accionar de los P. “La acción en la Pastoral Social tiene características muy especiales: es personal, es decir, brota del compromiso de la fe y se expresa en una verdadera conversión de corazón; es comunitaria, no es individualista, sino que compromete a toda la comunidad en el proceso transformador…”8 Prestaban un servicio a la comunidad que bien podría encuadrarse dentro de lo que se ha definido como Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes.

El trabajo en interfase: más allá de las fronteras de la terapia familiar


El contexto que rodeó mi intervención como operadora de interfase en la vida de los P. incluyó el “establecer contacto” con los diferentes actores intervinientes: la trabajadora


8Ortiz Lozada Leónidas. ¿Qué es la Pastoral Social? Instituto de Teología Pastoral de América Latina, ITEPAL. Comisión episcopal de la Pastoral Social. Cáritas de Costa Rica.


social, la terapeuta individual del niño, el psiquiatra que lo asistió en su momento y el terapeuta familiar sistémico que los atendió previamente.
Necesitaba saber qué había sucedido. Por qué había fracasado la terapia familiar. Si es que había fracasado. Esta familia había hecho anteriores consultas por otros conflictos relacionales entre sus miembros. Esta vez, era el segundo intento que hacían los P. como padres adoptivos de Juan José de encontrar una solución viable al conflicto que generaba en el seno de la familia, la mala conducta del niño y sus problemas de aprendizaje.
La derivación venía del Tribunal de Menores, no porque la jueza debiera necesariamente intervenir, sino por la historia que como familia de acogimiento tenían los P. con el Tribunal, donde la jueza Dra. G. seguía siendo un referente para ellos.
Los P. no se ponían de acuerdo respecto de la decisión del padre de enviar a Juan José a un internado de curas para que continúe su educación lejos de casa. La madre de Juan José se oponía rotundamente a que el chico fuera separado de su hogar. Según el padre, el niño se les había ido de las manos, ni los terapeutas podían con él.
Habían abandonado la terapia familiar sistémica como consecuencia de un escándalo mayúsculo que el niño produjo en el consultorio de su psiquiatra, quien terminó llamando a la policía. Esto motivó no solo la suspensión de la asistencia psiquiátrica sino la decisión del padre de dejar la terapia familiar sistémica que venían realizando. Solo continuaba trabajando la terapeuta individual del niño por expresa decisión de la madre que seguía insistiendo con los tratamientos, aún en contra del padre.
En verdad, fue la reticencia del padre a continuar con las terapias lo que motivó a la jueza, a pensar en una operadora de interfase con experiencia para incorporar a un proceso terapéutico abortado.
Las psicoterapias tradicionales, realizadas en consultorio, no resultan en estos casos en los que intervienen además de la familia, otros actores -como el tribunal en este caso- o la escuela, o el hogar de tránsito como veremos más adelante.
El escepticismo del padre y la angustia de la madre, además de la problemática específica del chico que no encontraba su lugar en la familia adoptiva eran los obstáculos con los que la operadora de interfase debía enfrentarse. Para resolverlos se recurrió a las enseñanzas de Mony Elkaïm (1989), quien habla de procedimientos terapéuticos (la terapia en red) más allá de las fronteras de la terapia familiar. El trabajo en interfase también se desarrolla más allá de las fronteras de la terapia familiar.
En ocasión en que Mony Elkaïm daba una importante conferencia europea sobre las transformaciones que se hallaba sufriendo la terapia familiar sistémica, entre los invitados se encontraba Carlos Sluzki, quien al referirse a una intervención de Francisco Varela, dice: “Entre otras formas de reflexividad, ha propuesto no solamente la frase ligada a la cibernética de segundo orden, „incluir al observador‟, sino una reflexividad generadora que pone el acento en la observación de las microprácticas (prácticas que nos incluyen en el proceso terapéutico, poniéndonos así en el interior de la frontera). Si el límite de nuestros pensamientos ha sido durante mucho tiempo la cibernética de segundo orden, este nuevo salto nos dejará inestables por un buen rato” (Varela, 1998, pág. 142).
Ante tal “inestabilidad” surgió la propuesta de la intervención de una operadora de interfase que transite el espacio “entre” los diferentes protagonistas tanto en el interior de la frontera familiar como en la relación entre la familia y su entorno socio-comunitario.

Un espacio terapéutico “itinerante”

La ruta de acceso al universo de los P. se delineó considerando la intervención de distintos
actores sociales de la comunidad. Es conveniente mostrar el proceso de tejido de redes de contención y las particularidades de la operatoria específica que tiene como protagonista al niño en cuestión, a su familia adoptiva, a los profesionales intervinientes desde diferentes lugares y finalmente a la construcción de un espacio terapéutico de características itinerantes que se fue transformando a medida que los miembros familiares fueron definiendo sus lugares.
Se denomina “espacio terapéutico de características itinerantes” al ámbito dentro del cual se desarrolló el trabajo en interfase y a la metodología utilizada por la operadora de interfase para diseñar los pasos a seguir.
a) Entrevistas de pareja parental y/o conyugal en consultorio privado
b) Entrevistas con el niño en el hogar de tránsito
c) Entrevistas con el niño en casa de una vecina colaboradora del hogar de tránsito
d) Entrevistas con el niño en una plaza cercana al hogar de tránsito
e) Entrevistas familiares en domicilio
f) Entrevistas individuales con la madre adoptante
La circulación por los diferentes espacios estuvo determinada por las vicisitudes del tratamiento. Como propone Harlene Anderson (1999), se trata de “galopar al costado” de la familia, la pareja o el niño como en este caso. Las entrevistas se produjeron en los diferentes contextos antes enumerados, los que tiñeron –por momentos– el sentido de dichos encuentros. La flexibilidad de la operadora de interfase permitió que se volviera menos intensa la rigidez del estilo familiar con el que debía lidiar.
El abordaje comunitario sumado a las nuevas perspectivas sistémicas favoreció la circulación del proceso de interfase. Del entrelazamiento entre los diferentes contextos devino un espacio más amplio que contuvo a todos los involucrados, generando un metacontexto que definió la construcción de los puentes interinstitucionales.
La operadora de interfase utilizó los recursos institucionales según se fueron desgranando los acontecimientos familiares que los hacían necesarios. En alguna oportunidad debió recurrir a la jueza Dra. G. para definir situaciones respecto del destino del niño, así como pudo instrumentar a los miembros activos de la familia, madre e hijas mujeres, para contactar con los diferentes operadores (trabajadora social, psicólogo) del Tribunal de Menores. En cambio, el contacto con la directora del Hogar de Tránsito era patrimonio del padre, en tanto era el que manejaba los dineros y los víveres destinados al mismo. De esto se trata, cuando se habla de la construcción de puentes interinstitucionales.

Vicisitudes del proceso terapéutico

1ra. Etapa: Entrevistas con la pareja de padres

Durante la primera etapa se trabajó, especialmente con los padres, el desacuerdo manifiesto respecto del destino del hijo adoptivo. Ambos, madre y padre, estaban decididamente enfrentados, lo cual les impedía tomar decisiones.
Horacio se mostraba agotado, harto de las terapias, que no resolvían el problema de fondo que era la mala conducta de Juan José en la escuela y en la casa, el descuido por sus cosas, sobre todo los útiles escolares, los “desmanes” que hacía en la cocina cuando quedaba solo.
Horacio solo emitía quejas. Curiosamente, Analía no las desmentía, solo consideraba que eso no ameritaba enviar al hijo a un internado de curas distante 300 Km.
Se vislumbraba una relación intensa entre Analía y Juan José que excluía groseramente a
Horacio, quien no tenía ningún ascendiente sobre el niño. Era obvio que el niño había sido empoderado por Analía, y que ese empoderamiento respondía a alguna asignatura pendiente entre ella y su marido. La negativa absoluta de Analía a que Juan José fuera enviado al internado se traslucía en la amenaza directa: si eso sucedía, ella se mudaría allá para estar cerca de su hijo, lo cual ponía en serio riesgo su matrimonio.
El lugar asignado a Juan José en la estructura familiar fue el de “sustituir” las pérdidas (aborto) sobre todo para Analía, exacerbando la relación triangular entre ella, el niño y Horacio, siendo este el tercero excluido que acompañaba con actitud resignada.
Fueron dedicados varios encuentros a trabajar las diferencias de criterios, incluso ideológicas, que existían en la pareja. A esa altura del matrimonio Horacio quería viajar con su mujer, disfrutar del producido después de años de trabajo duro. Analía, por su parte lo “acompañaba” para calmarlo, pero su pasión estaba puesta en que en el futuro Juan José fuera “hombre de bien”, como lo era Horacio y lo había sido su propio padre. Reprochaba a Horacio, a su vez, que no la acompañara en la “cruzada”. Juan José, por su parte, tironeaba de Analía con la misma intensidad que Horacio, solo que con mayor éxito, en tanto lograba que esta le diera la espalda a su marido. Recién cuando Analía pudo “hablar” del aborto, manifestando a Horacio su dolor vigente, traducido muchas veces en crisis de angustia con síntomas físicos (problemas respiratorios, secuela de asma infantil), él entendió el lugar que ella había otorgado al chico. Ella sostenía que no quería perder otro hijo. Que no podría soportar el alejamiento de Juan José.
Uno de los objetivos terapéuticos era quebrar, en la medida de lo posible, el poder atribuido por Analía a Juan José. Para ello, la operadora de interfase (devenida terapeuta cuando operaba fronteras adentro), debía previamente ganarse la confianza de Analía. En
términos de Carl Whitaker (1982:16), debía ganar la batalla por la estructura. “Si el terapeuta desea adquirir de entrada esa “figura de autoridad” o “rol parental” tan necesario para que la cura sea más eficaz que una experiencia social ordinaria, debe ganárselo”.
El rol elegido era el de colaboradora de la familia, jamás el de terapeuta. Venían de fracasar en una terapia familiar sistémica tradicional. Pronto pasaría lo mismo si la operadora de interfase pretendiera modificar desde afuera la pauta familiar. Para que eso no sucediera, la operadora de interfase debía sumergirse en lo profundo de la familia para emerger como observadora (Von Foerster, 1998) si se conseguía que Analía “comprara” el argumento de la operadora de interfase respecto de la necesidad de fortalecer la coparentalidad para contener a Juan José, quien se estaba asomando a una pubertad turbulenta.
El desafío era tratar de ayudar a que Analía reeligiera a Horacio como esposo. Estaban solapadamente distanciados. Horacio había quitado toda colaboración a la consulta, mostrándose desanimado y avergonzado por lo que él consideraba un fracaso en su rol de padre e insistía en que lo mejor era enviarlo al internado de curas.

2da. Etapa: Trabajo terapéutico en paralelo: Juan José/Analía

Se consideró conveniente llevar a cabo una propuesta terapéutica en paralelo que permitiera ejercer a la operadora de interfase como oficial de enlace en el frente de batalla. Debería sortear el fuego cruzado de un lado y del otro. Tanto Juan José como Analía aparecían como las víctimas propiciatorias de una situación en la que ninguno de ellos había elegido el lugar que le tocó en suerte.

a) La terapia con Juan José
Aún cuando contaba con la anuencia de la jueza de menores, no se logró evitar el
alejamiento de Juan José. Gracias a su intervención, se encontró una solución alternativa a la internación en el colegio de curas: Juan José regresaría al Hogar de Tránsito dirigido por Ana S., distante unas cuadras de la casa de los P. durante un tiempo, hasta que estuvieran dadas las condiciones para su vuelta a casa. La cercanía facilitaba las visitas familiares durante el fin de semana.
Se interrumpió su terapia individual, con acuerdo de la terapeuta, hasta tanto finalizara la intervención familiar dentro del proceso de interfase.
Analía y Horacio aceptaron que la operadora de interfase sugerida por la jueza Dra. G. fuera el nexo entre ellos y Juan José. Durante varios meses, la misma tuvo entrevistas quincenales con el niño, en el ámbito del Hogar de Tránsito.
El trabajo en interfase con la institución mencionada se caracterizó por la inclusión de la Sra. Ana S. en las entrevistas, así como alguno de los líderes de grupo.
Se trabajaba en la cocina del hogar. Mientras Ana S. pelaba papas, Juan José charloteaba mucho más, estaba menos defensivo. La operadora de interfase se mimetizaba con la situación, casi formaba parte de la escena para entrar en sintonía con el contexto (proceso de inmersión para luego emerger como operadora) (Von Foerster, 1998)
Los encuentros consistían en hablar acerca de lo que le pasaba al niño en el colegio, el cual no era de su agrado; en sus dificultades con el aprendizaje; en que extrañaba a Analía; en que odiaba a Horacio, al que llamaba “la vaca”. Consideraba que era el culpable de todos sus males y su peor enemigo.
El rendimiento escolar se mantuvo por debajo de la media así como su comportamiento. En verdad, no le interesaba ir a la escuela. Si lo hacía era para divertirse en la camioneta
que los trasladaba o molestando en clase. De estas cuestiones se ocupaba Ana S. quien recibía las quejas escolares, que luego se las comunicaba a la operadora de interfase.
El régimen escolar que se le administraba a Juan José era diferente. Horacio pagaba la cuota mensual (el colegio tenía convenio de gratuidad con el Hogar para los chicos judicializados); por lo tanto, cada vez que había problemas con el niño, la Dirección llamaba al padre. También la operadora fue convocada para participar al equipo docente acerca de cuál era la situación del niño. A esas reuniones concurría sólo Horacio. Es decir que la operadora de interfase se ocupaba de organizar el contexto de Juan José para luego; en su encuentro, negociar las condiciones. A él solo le interesaba volver a casa para estar con Analía.

b) La terapia con Analía
Paralelamente a sus encuentros con Juan José, la operadora tuvo encuentros quincenales con Analía, motivados por sus dificultades para tolerar el alejamiento del niño. Por más que Juan José estuviera a pocas cuadras, ella no encontraba consuelo. Sentía que le habían arrebatado el hijo; al mismo tiempo reconocía que tal vez en contacto con Ana S., la directora del hogar, a quien Juan José respetaba y quería, este recapacitara sobre su conducta y aceptara ser hijo de ellos. Analía era conciente de la ambivalencia del chico respecto de su identidad. En alguna medida también ella, desde la bronca y el resentimiento, lo empujaba a pensar en el caserío pobre del que Juan José provenía.
Por otra parte, para Ana S. Juan José nunca debió ser adoptado. Según ella, en el hogar estaba bien, si se portaba mal, lo podía reparar a través de la penitencia. Esto es lo que Analía no podía entender. Que si tanto Juan José decía quererla, por qué no se comportaba apropiadamente para poder salir los fines de semana en lugar de quedar adentro castigado.

Mientras a Juan José lo castigaban con el encierro, ella se encerraba en su casa. Se mudó al cuarto de Juan José y casi no se hablaba con Horacio. Venía a las entrevistas para demostrar que ella ponía la mejor voluntad. Lo cual era cierto; con la operadora había construido un vínculo muy sólido que le permitía recuperar frente a sí misma su lugar de mujer. Ahora era evidente que la que estaba en el medio de los varones enfrentados era ella. Ambos la tironeaban, demandándole exclusividad.

3ra. Etapa: Juan José vuelve a casa

El obstáculo más significativo para el retorno del niño, lo constituía el escepticismo de Horacio respecto de que Juan José acepte las reglas del juego para convivir en familia al estilo “P”, reforzado esto por la actitud crítica de la Sra. Ana S. respecto del poder otorgado por Analía a Juan José. (Esto cambió cuando Analía se sinceró, compartiendo el secreto de su aborto con Ana S. quien cedió posiciones aceptando reunirse con la operadora y Juan José para reparar la figura de los padres adoptivos).
Horacio rescató a Juan José del Hogar de Tránsito en el que cumplió la sanción que él le impuso, cuando en una visita de domingo evaluó la precaria situación de vida que el niño estaba padeciendo. Puede decirse, que ese fue el momento en el que Horacio adoptó a Juan José. Como se mencionara anteriormente, Horacio no tenía la exacta medida del dolor vigente de Analía. La separación temporaria del niño, aún cuando fuera a pocas cuadras, no permitía que Analía se ocupara personalmente de las cuestiones escolares, de su ropa, de su comida. Una vez más Analía se sintió vacía y enfermó. No podía disfrutar de sus nietos ni de su matrimonio. Solo deseaba recuperar a Juan José transformado. En ese momento Horacio concedió, permitiendo que el niño volviera. La vuelta de Juan José fue la síntesis del reconocimiento de Juan José como hijo por parte de Horacio, por un lado, y la necesidad de que Analía se recuperara y volviera a ser el “alma Mater” del hogar de los P.
Luego de casi dos años de trabajo itinerante, el clima familiar varió radicalmente. A través de las entrevistas con la operadora, Analía se pudo correr del lugar triangulado en el que había quedado. Comenzó a ocuparse de ella. Tomó clases de bordado, natación e italiano. Retomó charlas telefónicas con una amiga que vivía cerca de Roma para planificar un viaje.
La Sra. Ana S., los padres adoptivos y la operadora de interfase convinieron en que Juan José volviera a su casa para el cumpleaños de Analía, y definitivamente, cuando terminaran las clases. Para Analía, el matrimonio y la familia eran los pilares de su sistema de creencias. Necesitaba que Juan José aprendiera a incluirse en la familia que ella le ofrecía.
La intervención de la Sra. Ana S. fue determinante del cambio de la relación entre Analía y Horacio. Ana S. funcionaba como madre de Analía, quien había sufrido el abandono de su propia madre, internada durante largos períodos por problemas psiquiátricos. No por nada Juan José llamaba abuela a la Sra. Ana S.
La relación de pareja mejoró sensiblemente, en tanto Analía y Horacio recuperaron su vida social, retomaron la costumbre de viajar con matrimonios amigos, y Analía volvió a recibir a sus nietas/o durante la semana. Horacio retomó la costumbre de los asados domingueros. Analía lo ayudaba si la necesitaba en alguno de los locales, es decir que, recuperaron la cotidianeidad normal de sus vidas.
Con la vuelta a casa de Juan José, finalizaba la intervención de la operadora de interfase. Juan José retomaría su terapia individual, esta vez, por pedido de él, con un terapeuta varón, especialista en adolescentes. El Lic. C. R. pertenecía al equipo técnico de un Tribunal de Familia. Ya había compartido con la operadora “acciones conjuntas” similares, lo que garantizaba el trabajo en interfase.

4ta. Etapa: Reinserción familiar de Juan José. Visitas domiciliarias. El espacio terapéutico de Analía


Juan José volvió a casa dispuesto a recuperar a Analía, su mamá exclusiva. Seguía sin poder aceptar a Horacio como padre. Más bien, lo sentía como un rival, al que trataba despectivamente. No registró que Horacio se conmovió, que finalmente lo rescató de la internación para adoptarlo. En el fondo, Juan José sentía que no encajaba en casa de los P.
Esto motivó un nuevo llamado de Analía. Esta vez pedía ayuda para ella como madre, esposa y mujer. Estaba enojada con Juan José. Le costaba admitir que los 10 meses de separación, tendrían consecuencias, sumados los cambios propios de la adolescencia. Ella no quería poner en peligro la armonía que habían logrado en la pareja con Horacio.
Retomó la terapia a través de entrevistas quincenales en consultorio o en su domicilio. Traía la voz del hijo que no aceptaba lo que ella tenía para ofrecerle. Estaba angustiada porque Juan José más de una vez planteó volver con las tías, al lugar donde fue maltratado cuando era un bebé, como si no tuviera derecho a ejercer su nueva identidad.
La operadora de interfase y Analía co-construyeron una estrategia según la cual cuando ella, Analía, necesitara que su hijo Juan José y su esposo se incluyeran, la misma los visitaría en el domicilio. Pudo observar que Juan José vivía dividido. En el Hogar de Tránsito era uno más de los chicos internados. Estaba con sus pares, sus compañeros de infortunio. En casa de los P. solo podía cometer desmanes. Romper lápices y cuadernos. Gastar crédito de celulares. Había dos Juanes. Muchas veces la operadora lo llamaba
Juanes como el cantante. Otras veces era Carlitos Tévez, - su ídolo - el futbolista exitoso salido de Fuerte Apache.

5ta. Etapa: El fracaso de la vuelta a casa

Analía y Horacio se aplicaron en conseguir vacante para el adolescente en un buen colegio de la zona, pero no pudo aprovecharlo. No por falta de capacidad, sino por no poder adaptarse a las reglas de convivencia.
Según Analía, el chico se sentía como sapo de otro pozo. Esta vez, el lugar del excluido le tocaba a él. No podía colocarse en el lugar de hijo de estos padres e hizo todo lo posible por boicotearse el lugar familiar, escolar y social.
Mientras tanto el sistema terapéutico siguió funcionando con el agregado del terapeuta varón y la psicopedagoga recomendada por el colegio, en tanto la función de la operadora de interfase era la de coordinar acciones con los diferentes implicados, incluidas las autoridades escolares.
Aún con todos estos recaudos, Juan José abandonó la terapia individual con el terapeuta varón que el mismo había solicitado, así como el apoyo psicopedagógico que había recomendado “el buen colegio”, razón por la cual no lo rematricularon. Tampoco lo admitieron en el anterior. Por lo tanto, con 15 años, debió cursar el 7º grado, en una escuela pública cercana a su casa.
Tanto el psicólogo como la psicopedagoga coincidieron en atribuir el fracaso escolar de Juan José como el de la vuelta a casa, a las dificultades que mostraban los padres para ponerse de acuerdo acerca de cómo ponerle límites al chico.
No era solo eso; una vez más el abordaje tradicional individual ya fuera psicológico como
psicopedagógico no resultaba, en la medida en que Horacio esperaba que los profesionales obraran el milagro de transformar a Juan José en el hijo que él deseaba, si así no sucedía, se mostraba decepcionado, bajando los brazos.
Para Analía que Juan José terminara en “una escuela pública” era un demérito personal. Era como si ambos, ella y el adolescente cayeran en el “tacho de la basura”. Así se lo hizo sentir a Juan José, quien comenzó a faltar, se “rateaba” en el “Cyber” de la zona, y empezó con las “malas juntas”. Por otro lado, no toleraba que sus padres estuvieran mucho más juntos, es como si durante su alejamiento, una mano mágica se los hubiera cambiado. Comenzó a llamarlos Analía y Horacio, en lugar de mamá y papá. Hasta que un día lo descubrieron sacando dinero del lugar donde Horacio guardaba la “caja chica”, eso generó acusaciones, reproches y recriminaciones, no solo de parte de ambos padres sino también de su hermano y hermanas.
La operadora de interfase nuevamente debió convocar a la autoridad judicial. Esta vez con acuerdo total del resto de la familia. Recibió el llamado de Mariana, la mayor de las hermanas, abogada de familia, quien propuso dar intervención al Tribunal de Menores de su distrito. Se planificó una estrategia combinada con el Tribunal para que este funcionara como dique de contención para el adolescente.
Ya durante la terapia con Juan José, había comenzado a aparecer la opción Tribunal de Menores como “situación límite” en función de sus dificultades para asumir las mínimas responsabilidades que se le pedían/exigían. El mismo lo planteaba como inevitable. Algo así como que si no modificaba sus conductas iba a terminar “en cana” (sic). A esa altura, el desafío abarcaba, prácticamente, todas las áreas de su vida. Una vez más, la búsqueda de castigo pregnaba su estar en el mundo.
La intervención judicial se realizó por una decisión conjunta de las hijas mayores, la Sra. Ana S. y la operadora de interfase, en ocasión del viaje a Italia que realizaban Analía y Horacio con amigos. Actuó, básicamente, el equipo interdisciplinario del Tribunal de Menores entrevistando a Juan J. Mientras, la operadora de interfase trabajaría con Analía y Horacio a su regreso, en el marco de la coparentalidad.
El objetivo de la intervención era que Juan José los reconociera como padres unidos en un frente común respecto de las decisiones acerca de su educación. Es así que, esta vez, de común acuerdo, ambos resolvieron que lo mejor para Juan José sería que continuara su educación en un internado católico que Horacio conocía bien, dado que allí realizaba retiros espirituales; ámbito en el que se encuentra actualmente cursando el 9º año.

Conclusiones

El trabajo con la pareja parental fue arduo, ya que el papá desconfiaba de la terapia como herramienta eficaz para resolver el problema que aquejaba a la familia. Horacio estaba convencido que lo mejor para Juan José era la educación a través del encierro. Analía, por su parte, defendía la herramienta no solo para beneficio de Juan José sino para ella misma.
Se trabajó en paralelo la situación de la pareja parental enquistada en el aborto y la situación de maltrato que había sufrido Juan José en sus primeros años. Quedaba claro que ambos, Analía y Juan José, se reparaban mutuamente de pérdidas dolorosas. Lo cual favoreció la triangulación que excluyó al padre.
Una de las cuestiones más difíciles de negociar fueron las referidas a la rigidez con la que se manejaron en la crianza de Juan José. Ambos padres intentaron replicar el mismo modelo que utilizaron con sus hijos biológicos, lo que no resultó porque Juan José no estaba disponible para el aprendizaje tradicional, no se le podía aplicar la misma norma. Las dificultades de aprendizaje en los niños adoptados son habituales. No se resuelven a través del conocimiento de su historia real, tal como creía Analía, sino en el momento preciso en que la mentada historia comienza a procesarse. Lo que más le costó aprender a Juan José fue, precisamente, el cuidado de lo propio. No había en su mundo interno, imagen de propio. Eso es lo que no podían entender sus padres adoptivos.
Más de una vez, en los encuentros con Juan José surgía el tema de su origen, de quién era él realmente. En una oportunidad, la operadora de interfase llevó una Revista Viva, con la foto de Carlitos Tévez en la tapa. Así como se enfrentaba con Horacio porque “le tiraba la calle” también iban juntos a la cancha a ver a River. Así estaba de tironeado Juan José, idolatraba a Tévez, Fuerte Apache y Boca Juniors pero iba a ver a River. Se ponía la camiseta para acompañar al padre. Para la calle usaba la de Boca.
Para la directora del hogar las cuestiones psicológicas ligadas al cambio de contexto, de pasar del Hogar, donde era un chico más de los caídos en desgracia a ser el “benjamín” de la familia P., contribuyó al desborde del niño ya que responder a las exigencias de estudio y comportamiento que demandaban los P. superaba sus posibilidades reales. En el fondo, la Sra. Ana S. creía que la única familia posible es la biológica, y si no resulta, lo indicado es “el instituto”.
La Sra. Ana S. goza de la total confianza de los jueces y no “cree” en los psicólogos/as, igual que Horacio, quien -como ya se mencionó- tampoco cree en que el ámbito terapéutico pueda brindar soluciones que él no es capaz de conseguir por sí mismo, apoyado en el rezo y la oración. Ambos solo creen en Dios. “Y será lo que Dios quiera”.
Analía también cree en Dios pero dice que a Dios hay que ayudarlo, por lo que los psicólogos somos un buen recurso para ayudar a Dios.
Recuperadas las posiciones en los correspondientes sistemas de creencias, lo demás fue relativamente sencillo. Evidentemente el marco religioso fue redefinido, para dar lugar a las intervenciones. Tal como lo plantean Salvador Minuchin y Charles Fishman: “El terapeuta inicia su encuadramiento tomando en cuenta lo que la familia considera importante. Pero ya el modo en que recoge información dentro del contexto de la familia encuadra lo recogido de manera diversa. Entonces la tarea del terapeuta es convencer a los miembros de la familia de que el mapa de la realidad por ellos trazado se puede ampliar o modificar” (Minuchin y otros, 1984, pág. 88).
En este sentido, la operadora de interfase (devenida terapeuta fronteras adentro) aceptó y se introdujo en el sistema de creencias de la familia y de sus redes sociocomunitarias dentro de las que estaban incluidos tanto la Jueza de Menores Dra. G. y la directora del Hogar de Tránsito Sra. Ana S., y recogió la información necesaria para diseñar el abordaje, utilizando el espacio “inter” como una manera de ensamblar su condición de operadora de interfase con la de terapeuta. Implementó este doble rol por dentro y por fuera del sistema terapéutico para facilitar la “acción conjunta” entre los diferentes actores, sin perder de vista al niño y a sus padres, tratando de conservar la distancia mínima operativa con todos y cada uno de ellos. Para ello, fue necesario que esta se mimetizara con las diversas circunstancias contextuales que hubo de atravesar, emergiendo simultáneamente con su ojo observador.
La metáfora del periscopio de los submarinos es la que mejor describe el uso del ojo del observador en psicoterapia. En este caso, el periscopio permitió detectar los senderos por donde convenía circular para activar el proceso terapéutico. Por ejemplo, elegir la plaza o
la cocina del hogar de tránsito para trabajar con el niño respondía a la necesidad de generar un contexto que facilite la comunicación con el niño, así como la implementación de las visitas domiciliarias favorecían no solo el contacto con la familia sino el acceso a una información de mayor calidad. No es lo mismo que se lo cuenten a poder comprobarlo. Aunque parezca lo contrario, se gana tiempo y se ahorra esfuerzo

Bibliografía


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jueves, 30 de diciembre de 2010

Actuar Ya por Bernardo Kliksberg




Fuente: Congreso Judío Latinoamericaco (CJL)


Nuevamente recrudecen los ataques sobre la realidad del calentamiento global, y el cambio climático. Van acompañados del mensaje de que no hay responsabilidad del ser humano. Muy tranquilizador si no fuera porque no es cierto. La evidencia científica disponible va abrumadoramente en dirección opuesta. La situación se agrava, y si se cede a estos mensajes, se llegará al temido punto de no retorno posible anticipado por el panel de 2400 científicos de un centenar de países de la ONU, que ganó el Premio Nobel de la Paz.

El Centro Nacional de Investigación Atmosférica de los Estados Unidos termina de anunciar resultados muy inquietantes producto de sus investigaciones. Dice en que los próximos 30 años, la suba de las temperaturas que evidentemente se está produciendo (Moscú, con una ola de calor en el 2010 que causó muchísimas víctimas, es un ejemplo casi patético de los cambios), aumentarán las sequías en USA y el mundo en niveles nunca vistos anteriormente. Ya el Centro había comprobado en el 2004, que el porcentaje de tierras del planeta que están enfrentando sequías graves se había duplicado desde 1970, a inicios del 2000.

El nuevo estudio muestra que dos terceras partes del Oeste americano serán significativamente más áridas, en el 2030 y que extensas partes de ese país, pueden tener un riesgo en aumento, de sequías extremas. El director del estudio Aiguo Dai, advierte: "si las proyecciones de este estudio llegan a estar aun cercanas a darse, las consecuencias para el mundo pueden ser enormes".

Su llamado de alarma fue precedido por otro similar de la Academia Nacional de Ciencias de USA. En mayo del 2010, informó al Congreso que: "el país debe actuar ya para reducir las emisiones de gases contaminantes, y desarrollar una estrategia nacional para encarar los impactos inevitables del cambio climático". Y señaló que el calentamiento global es "causado principalmente por actividades humanas, y está poniendo, en riesgo, y en muchos casos ya afectando un amplio rango de sistemas humanos y naturales".

Algunas soluciones están a la vista como junto a tratar de reducir que se siga envenenando la atmósfera, desarrollar a fondo energías limpias.

El mensaje negacionista está encerrando el tema en un problema ideológico. Está distante de serlo. La naturaleza es muy concreta. Como lo mostró el desastre causado por BP en el Golfo. Es posible alterarla sustancialmente, en perjuicio colectivo, con decisiones gerenciales erróneas, movidas por cálculos estrechos. Entre otros efectos, 11 trabajadores murieron, en la explosión, hubo daños cuantiosos a la vida marina, miles de pescadores, quedaron sin trabajo, los perjuicios ecológicos son invaluables.

El cambio climático está en plena marcha, y la humanidad debería estar centrada en encararlo. Sin embargo, ya Al Gore había advertido en su premiado documental que habría que enfrentar los vastos intereses que quieren evitar que se frenen sus prácticas creadoras de calentamiento global y depredación.

Ya el texto bíblico prescribía una detallada legislación para proteger el medio ambiente que comenzaba con el cuidado sistemático de los árboles, y las civilizaciones indígenas de nuestro continente desarrollaron prácticas ejemplares para preservar la madre tierra.

Es hora de hacer honor a ese legado. Lo que está en juego, una cuestión básica de ética intergeneracional. ¿Qué mundo recibimos, y qué mundo transmitiremos a la próxima generación?.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Carlos Martínez-Bouquet, pionero del psicodrama en Argentina




Ver nota en http://www.pagina12.com.ar/

Dialogos Lunes, 6 de diciembre de 2010

Carlos Martínez-Bouquet, pionero del psicodrama en Argentina

“El enorme poder que el hombre ha venido actualizando, amenaza con destruirlo”
Junto a Pavlovsky y Rojas Bermúdez fundó en 1963 la Asociación Argentina de Psicodrama. También trabaja en tanatología, para la atención de pacientes terminales y sus familias, y en la investigación de los procesos creativos.

Por Marcela Stieben

Es temprano en la mañana y el doctor Carlos Martínez-Bouquet nos espera con un cafecito en su consultorio de la calle Güemes, en lo que suele llamarse Villa Freud, en pleno Palermo. En las bibliotecas vemos libros suyos y de los autores más variados (muchos en idioma original), siete sillas, artesanías latinoamericanas, gigantescos almohadones para meditaciones y algunas terapias, cálidas lámparas, macetas con flores en el balconcito y su notebook en el escritorio. Carlos Martínez-Bouquet es un hombre sencillo con mirada de sabio y unos cuantos títulos en su haber. Tiene el gran don de poder combinar en dosis exactas lo académico con la ternura, su sabiduría con la capacidad de misericordia y comprensión, lo textual con la improvisación. Martínez-Bouquet está casado y tiene hijos y nietos viviendo en Argentina e hijos y nietos viviendo en España, a quienes visita una o dos veces por año junto a Cristina, su esposa. Va y viene por las provincias y por el mundo dando talleres y clases como quien hace una simple caminata vespertina. Cuando nos encontramos para la entrevista acababa de regresar de Colombia con su esposa y está a punto de partir a Barcelona para dar talleres y visitar a los hijos y nietos que viven allá.

–Temo que me diga que tiene 200 años con tantos títulos, posgrados, roles, cargos... amén de los idiomas que habla, los libros publicados y los miles de viajes por el mundo hechos y los que sigue realizando...

–Tengo apenas 25 años (risas).

–Quizá tenga más vitalidad que muchos jóvenes de 25 años, pero su DNI ¿cuántos años de vida acusa?

–Cumplo años el Día de la Primavera y del Estudiante. Así que el 21 de septiembre de 2010 he cumplido apenas 83 años.

–¿Cuáles son las teorías que está desarrollando desde la técnica del psicodrama?

–Soy autor de la “Teoría de la Escena”, destinada al estudio de los fenómenos dramáticos. Con el tiempo ha derivado de ella la utilización de las dramatizaciones en la metodología de la investigación, una “Teoría de la Creatividad” y un abordaje diagnóstico y terapéutico de Psicodrama de Pareja. Hoy, continúo investigando sobre dramatización simbólica de órganos, una técnica para el tratamiento de afecciones psicosomáticas; axioterapia, un enfoque terapéutico de los trastornos éticos; poder y racionalidad en las relaciones del poder con el pensamiento conceptual y, finalmente, la exploración de las posibilidades y beneficios de equipos interdisciplinarios de tratamiento en psicoterapia.

–¿Qué es la nueva tanatología?

–La tanatología es la ciencia que se ocupa de la muerte. Y la nueva tanatología, en especial, se ocupa de la persona que va a morir, de sus allegados y del equipo de tanatólogos.

–¿Cómo podemos definir qué es ocuparse y acompañar a la persona que va a morir?

–Así como hay tres destinatarios de la atención, hay básicamente tres niveles a los que hay que atender. La morfina endovenosa, en dosis moderadas, puede calmar dolores insoportables de enfermos con cáncer terminal, por ejemplo. Eso sería atención del cuerpo y la atención de la psique es que la persona pueda reconocer la importancia que tiene para él ver al hermano que hace tiempo no ve, o algo así. El equipo de tanatología, que está conformado por médicos, enfermeras, psicólogos, ayudantes... los ayudantes pueden ir a contactar con el hijo que vive en tal lado para que sepa que su padre está muriendo y pueda hacerse un viaje para despedirse. Pero, además, también se integra a los sacerdotes de las distintas religiones, según el paciente...

–¿Y si la familia no puede hacerse cargo o si, directamente, el enfermo no tiene familiares?

–En algunos lugares hay pequeños hospitales, llamados hospice, para pacientes terminales, donde hay personal especializado para atender el aspecto corporal, emocional y espiritual. Siempre es importante que haya un cierto “cubrimiento” afectivo para no ser invasor ni ser frío y distante. Para acompañar a un paciente terminal hay que estar disponible pero a la distancia que esa persona necesita. También hay que controlar para que tome los medicamentos y ayudarlo en la higiene y alimentación. Hospice, del latín hospicium (y de la misma raíz lingüística que el término hospitalidad), era el lugar donde, en los primeros siglos del cristianismo, los enfermos y peregrinos eran asistidos. De esta antigua idea del Hospice surge el concepto de cuidado Hospice. A principio del siglo XIX, las Hermanas Irlandesas de la Caridad abren en Dublín el primer Hospice dedicado específicamente a enfermos en fase terminal. Y en 1965, en Londres, el St. Joseph’s Hospice, donde Cicely Saunders inició el uso racional de fármacos para mejorar el control de los síntomas físicos de los enfermos, y a valorar la importancia de sus problemas psicológicos, sociales y espirituales. La filosofía práctica del Hospice está sustentada en una certeza profunda: la persona que va a morir sigue siendo una persona viva hasta el final, así debe tratarse: la vida que le quede es de él.

–¿En Argentina existe algún hospice?

–Sé que hay uno en Olivos, Vicente López, en el gran Buenos Aires. Y yo estuve yendo en el año 2009 una vez por mes a Santa Fe, porque en Esperanza se creó un Hospice y me pidieron que yo formase a los médicos para que supieran cómo atender a los pacientes terminales. Creo que en Mendoza hay otro, pero no lo puedo asegurar. En Buenos Aires hay más de uno, en Santa Fe hay otro, y quizás haya muchos más en Argentina.

–¿Qué tareas hace el tanatólogo?

–Puede hacer cosas prácticas como avisar a parientes que no están, ayudar en trámites, pero básicamente es atender: el cuerpo, la psique y el espíritu. La psicología transpersonal es una de las principales enseñanzas que ayudan a atender a pacientes terminales. Una de las preocupaciones frecuentes es el sentido de la vida, se preguntan adónde van a ir, etcétera. Lo importante es que se conecten con las ideas que tienen, no inculcarles las ideas nuestras... A una persona de mucha edad, si tiene nietos, la muerte llega como con un sentido, como algo más leve... y también alguien que ha hecho una buena obra, que es recordado por una buena obra, se alivia en el momento de la muerte... así como si alguien tiene una creencia en particular puede pedir un rito determinado, según su religión. Hay que informar pero no golpear con la información. Lo que muchas veces ocurre es que la persona sabe, inconscientemente, que el familiar se está muriendo, y si se lo ocultan no sirve. Eso es algo que se suele hacer con los niños. Se les esconde que está muriéndose un abuelito, una abuela, y no sirve que se oculte esto porque el niño o niña saben, en su interior, lo que está pasando, ¡y no es bueno que su propia familia le mienta, le oculte esto!

–Algunos de sus hijos viven en España y otros acá en Argentina y tengo entendido que usted está por viajar a Barcelona para estar con su familia pero también para trabajar allá. ¿Qué cursos dará?

–En principio: psicodrama. Yo di origen a la Sociedad de Psicodrama de las Islas Baleares. Y también voy a dar “Terapias regresivas” o lo que se ha dado en llamar: “Regresión a vidas pasadas”. Es encontrar vivencias, que aparecen como vivencias de vidas anteriores, mediante técnicas psicológicas, donde uno puede encontrar, al menos simbólicamente, pero también fácticamente, antecedentes de lo que está pasándole a un paciente. Voy todos los años y a veces dos veces por año y formé un grupo que ahora está asociado a la Asociación de Psicodrama de Baleares. Pero, además, doy algunos otros temas y hay una conferencia en el Ayuntamiento.

–Ha fundado y escrito mucho pero seguramente debe haber algo que aún le falta hacer en su larga trayectoria...

–No he hecho una estructuración global como para poder morirme feliz. Quisiera estructurar en una totalidad comprensible y aceptable para que esto contribuya a ese núcleo de la nueva cultura. Yo he dado muchísimos talleres y no he escrito un libro sobre el tema. Como los talleres son parte teóricos y parte vivenciales yo aprovecho mi conocimiento de la dramática para inventar ejercicios que sirven para inventar ejercicios... eso está en miles de papeles y tengo que hacer una síntesis transmisible de esto y escribir un texto único. En este momento estoy en otras investigaciones como la axioterapia, para crear una disciplina que se ocupe de los valores con el criterio con que las medicinas y la psicoterapia se ocupan de los trastornos emocionales... Es un enfoque terapéutico de las perturbaciones éticas. Del griego axiós: relativo a los valores y therapeía: tratamiento. Se la puede definir como: práctica terapéutica sistemática, en proceso de desarrollo, destinada a ocuparse de los trastornos de la sensibilidad y el comportamiento moral, y de la salud moral.

–¿De qué se ocupa la axioterapia?

–Se ocupa de los valores, de las virtudes y sus trastornos, del nivel de las impulsiones-voliciones, de los ideales, de las vocaciones, del sentido de la vida, de los valores superiores de la convivencia. Hace más de diez años que estoy investigando este tema. Estamos haciendo una clasificación de las distintas inmoralidades como en la medicina se clasifican las distintas patologías... Estudiamos el origen de los trastornos éticos pero no para ser castigados sino con el criterio médico, tendiente a poder curar al paciente que padece estos trastornos...

–¿Y cuál es el principal objetivo de esta investigación?

–El propósito de la investigación encaminada al desarrollo de la axioterapia es contribuir a disminuir los sufrimientos individuales, interpersonales y sociales derivados de trastornos éticos de la sensibilidad y el comportamiento, siguiendo un modelo derivado de las disciplinas y prácticas terapéuticas, y partiendo de los avances de la psicoterapia al incluir la perspectiva transpersonal. Así, posibilitar la creación de un modo sistemático de tratar estos trastornos. Desde “Aluminé” se hizo en el año 1996 una convocatoria a profesionales de varias disciplinas proponiéndoles participar en esta investigación. Y así fue como un grupo de profesionales interesados profundamente en el tema colaboró en ella durante varios años. Hay tres objetivos específicos en esta investigación: 1º) Describir los cuadros axiopatológicos; 2º) Delinear tratamientos específicos y 3º) Someterlos a prueba. La investigación se inició en el año 1996 y continuó hasta el 2002, aproximadamente. La falta de apoyo financiero fue causa de la discontinuidad, que se ha mantenido hasta hoy. Se revisó bibliografía de diferentes fuentes (psicoterapia, filosofía y ética, religiones, justicia, etc.). Después, con los miembros del equipo, se trabajó sobre los valores. Y se obtuvieron las primeras conclusiones.

–¿Por qué considera que es muy importante la axioterapia?

–Porque la humanidad está padeciendo una crisis mayor. Lo evidencian, entre otros síntomas, la desintegración moral de algunos sectores de la población, la desorientación, el maltrato generalizado a que están sometidos los seres humanos, los otros seres vivos y la naturaleza en general; la frecuente insensibilidad ante conductas que transgreden las virtudes fundamentales. El enorme poder que el hombre ha venido actualizando, amenaza con destruirlo a él y a toda la vida terrestre, si sigue siendo utilizado con torpeza, de una manera egoísta y con brutalidad. Pero también puede ser un factor dinamizante que produzca casi una mutación de la especie, llevándola a una cultura superior. Poder y virtudes no pueden ya más estar separados. En la práctica clínica, en las supervisiones de la tarea y, en general, en la comprensión de los fenómenos psicológicos y sociales, se hace evidente la carencia de respuestas nosográficas y terapéuticas sistemáticas que podamos utilizar los psicoterapeutas para aplicar a la gente con trastornos morales menores. Es una necesidad para la que no tenemos una respuesta sistemática. Lo mismo, o peor aún, cuando se trata de trastornos mayores. En la época de los gobiernos militares se presentaba de un modo particular esta dificultad o carencia. Por ejemplo, al querer dar cuenta de la conducta y la personalidad de un individuo que ejercía el poder de un modo arbitrario, egoísta, desaprensivo, dañando y asesinando a mucha gente, solíamos tener expresiones valorativas. Decíamos, tal vez, que fulano era un h. de p. Se trataba de modos en que manifestábamos nuestro repudio, de expresiones emocionales que no surgían de la reflexión desapasionada ni de un afán científico o taxonómico. (Quiero hacer, sin embargo una salvedad: a veces me parece que la división, muy tajante, que solemos reconocer en nuestro país entre las conductas morales de unos y de otros estaría bien expresada con ese término y que, tal vez, sería una descripción eficaz la que lleva a dividir a nuestros compatriotas entre h. de p. y personas decentes). Sin embargo, la expresión misma usada para caracterizar dicha conducta está demasiado cargada de matices valorativos (y sexuales), mientras que lo que necesitamos son expresiones verdaderamente descriptivas, que ubiquen a esas personas dentro del ámbito de una patología moral determinada.

–¿Desde su mirada, como vivenció la muerte de Néstor Kirchner y la salida del pueblo a la calle para rendirle homenaje?

–A mí me parece que es una muestra de lo avanzado que está el pueblo argentino en la introducción de lo emocional en las estructuras de la cultura. Esto, que generalmente es tomado como una cosa negativa, yo pienso que es todo lo contrario. Lo que importa es que no solamente hay ideas, ideales en las manifestaciones, sino que hay sentimientos. Y algo que indica que hay un avance en la cultura, es un comienzo de integración entre lo emocional y lo abstracto, lo discursivo, lo pensable. Esa integración va a llevar mucho tiempo pero es un comienzo promisorio.

–¿Y como ciudadano argentino cómo está viendo los tiempos actuales en nuestro país?

–Una de las cosas que me hicieron ser “kirchnerista” fue cuando Néstor Kirchner hizo bajar la foto de Videla. Que Kirchner haya puesto claramente de un lado a los asesinos y del otro lado a la gente decente, fue algo muy bueno para toda la sociedad. Queda un largo camino por recorrer, lo importante es que vamos bien.

–Yendo a uno de los ejes de sus terapias: usted utiliza con éxito el psicodrama desde hace décadas: ¿qué habilidad especial tiene esta disciplina que no tengan otras?

–Facilita muchísimo la evocación de situaciones pasadas o incluso organiza un pasado muy antiguo que con el psicodrama se puede reproducir algo que le pasó a esta persona cuando era muy chiquita. Pero, además, algo que en el presente está ocurriéndole, puede encontrar una expresión simbólica en la dramatización. Y si uno es suficientemente hábil, en las cosas que el individuo no sabe que están ocurriéndole, se puede inventar una dramatización que va a simbolizar lo que le está pasando.

–Pongamos un ejemplo concreto...

–Dentro y fuera de nosotros hay escenas. No las escenas que puedan ser escritas sino las que puedan ser sentidas. Yo llamo a eso: escenas latentes. ¿Por qué latente? Porque en psicoanálisis se habla de contenido manifiesto y contenido latente. Contenido manifiesto: lo que el paciente dice con palabras. Contenido latente: lo que puede pescar el psicoanalista, que está en el inconsciente de ese paciente. Al teorizar sobre la escena me di cuenta de que todo el tiempo estamos metidos en escenas latentes y que de ahí aparecen conductas. Además, cuando yo le pedía a un paciente o a un grupo que dramatizara algo, lo que quería era que pudieran emerger escenas latentes... Una persona puede tener dificultad para recibirse como universitario, por ejemplo. Yo puedo hacer distintas dramatizaciones. Por ejemplo: que camine por una línea hasta llegar a un punto. Supongamos que la persona debe las últimas dos materias y no las da, evita llegar al título... Esa persona camina por la línea para llegar al punto y ahí le pregunto qué siente. Puede decir que está apurándose para recibirse y que quiere llegar y antes de arribar al punto dice que siente un ahogo, una presión, un miedo... y ahí aparece parte de su historia, el psicodrama posibilita descubrir algo que estaba oculto para ponerlo en palabras. Pueden surgir miedos o la culpa por estar superando al padre que nunca había sido profesional. Y si no resuelve esto quizá nunca se reciba...

–Siguiendo con este caso, tan gráfico: ¿cómo continúa?

–Trabajamos la culpa de esa persona... Yo le pregunto: “¿Vos tenés ganas de recibirte?”. Dice que sí y entonces le pido que lo diga en voz alta, varias veces. Ahí aparece el enemigo interno, en algunos casos surgen situaciones muy difíciles, como en las personas que se lastiman en la cara y en cualquier parte del cuerpo, dejando huellas de esa agresión. El personaje interno sabe por qué lo hace y es algo latente, por eso es importante descubrir lo que está pasando y con la dramatización se evoca todo esto. Generalmente son copias de situaciones interpersonales de cuando uno era chico. Entonces, poder decirle “basta” al enemigo interno, es clave. Tuve algunos pacientes que se lastimaban y que dejaron de hacerlo a partir de estas terapias... El psicodrama da excelentes resultados.

–¿Siempre es uno solo el enemigo interno o pueden ser varios?

–Yo estoy hablando ahora de un enemigo, puede haber más de uno pero generalmente las situaciones conflictivas principales de una persona están organizadas en torno de una escena con un enemigo. Hay también otro personaje que yo llamo: “Fuente interna de cariño”. Siempre hay un trastorno en las depresiones de la conexión entre la fuente interna de cariño de ese personaje y el yo del paciente. Por ejemplo: una persona está haciendo algo bueno y se siente bien porque está haciendo algo, apoyado por esa fuente interna de cariño. En cambio, otra persona hace eso pero el enemigo interno le dice: “Sí, estás haciendo eso pero lo hacés porque sos un interesado” y esa es la culpa que no lo deja disfrutar las cosas buenas que hace... Esto me llevó a hacer teoría sobre el proceso creador. Ahí descubrí cuál es la parte activa de un pintor y cuál es la parte receptiva. El personaje activo que está pintando pone un color en la tela, luego mira. De acuerdo a cómo mire se verá cuál predomina. Si está predominando el enemigo interno puede abortar el proceso creador. Cuando alguien que hace una actividad creativa como la pintura, la escritura, la música u otra, siente internamente que una voz le dice: ¿por qué no te dedicás a hacer otra cosa?, está siendo atacado por el enemigo interno. Si, en cambio, está feliz por el hecho de hacer algo creativo y siente que eso es bueno, es que está recibiendo el beneficio de la fuente interna de cariño. Yo he llegado a preguntarle a una persona que se dedicaba a la arquitectura: “¿Vos tenías una abuela pintora?” y sí la tenía, y yo veía como eso es algo bueno que ese hombre había recibido cuando en su infancia...

–¿Cómo se puede motivar la fuente interna de cariño en un niño o niña en el plano creativo?

–Una de las cosas importantes es no enseñar sólo el aspecto activo, no sólo decirle cómo poner los colores, sino señalar los aspectos positivos de lo que el niño o niña hace, aprender a mirar, disfrutar la parte contemplativa... En casi todos los talleres de creatividad se le presta atención, casi exclusivamente, al factor activo y no se reconoce que hay otro personaje que es receptivo, amoroso, aceptante y que en cierto momento del proceso creador es crítico, pero no crítico destructivo sino que opina: estaría bueno cambiar esto o lo otro. La parte técnica, práctica, activa, se enseña en los talleres, pero hace muchos años que descubrí que esta otra parte no se suele ver en los talleres creativos o en las carreras relacionadas con el arte y la creación.

–¿En qué Universidades dicta cátedra con esta temática en la actualidad?

–En la Facultad de Arquitectura de la UBA soy profesor de “Creatividad”. También en la Universidad Nacional de Córdoba. Doy: “El proceso creador, dificultades y talentos”. Entonces, yo puedo señalar en qué parte del proceso creador hay una dificultad. Doy posgrados sobre esta materia y hago muchísimos talleres en Argentina y en España. Cuando en el proceso creador un docente le dice al alumno: “Esto tendría que ser de tal manera” es como si a un niño o niña de cinco años le dicen: “¿Cómo todavía no sos abogado o médico?”. El que está mal ubicado es el pedagogo. Interrumpen los seis pasos del proceso creador cuando le cortan la libertad...

–¿Cuáles son los seis pasos del proceso creador?

–El primer paso es la inspiración. El segundo paso es el juego libre y sin finalidad formal (tomar la tela y poner colores, por ejemplo). El tercer paso: núcleo de organización de esos colores. Cuarto paso: organización de todos esos núcleos en una totalidad. Todo esto es en un laboratorio o taller. El quinto paso ya está afuera de ese taller y es la exposición de esa obra en la escuela, en un salón o donde sea. Es como el parto, de adentro hacia afuera. Y el último paso, que sólo las obras geniales lo tienen, es el pasaje de la pertenencia de la obra a la humanidad. Si el quinto paso es el parto, el sexto es cuando el niño o niña crece y esa persona ya tiene vida independiente.

–Pongamos, como ejemplo, que Ludwig van Beethoven en la música o William Shakespeare en la dramaturgia y literatura han llegado a ese sexto paso porque sus obras pertenecen a la humanidad...

–Sí. Mantienen el nombre paterno pero son de la humanidad. Si uno mira un cuadro de Picasso dice: “Esto es un Picasso” pero es de la humanidad. Esto es el sexto paso. Surge, a su vez, de la teoría de la escena. La existencia de dos personajes, uno activo y otro receptivo, en el proceso creador, proviene del trabajo realizado sobre la estructura de las escenas.


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martes, 7 de diciembre de 2010

Elisabeth Badinter: "La violencia no es una exclusividad masculina".




Lo envía Elba De Grossi

Elisabeth Badinter: "La violencia no es una exclusividad masculina". La historiadora y socióloga critica las "desviaciones" del nuevo feminismo

Fuente: La Nacion.com 19/04/06


PARIS.– Elisabeth Badinter suele definirse como une petite dame très
ordinaire (una pequeña dama muy común), una coquetería que hace sonreír a
sus interlocutores. Desde hace 30 años, esta filósofa, historiadora,
socióloga y antropóloga tritura convencionalismos y agita conciencias,
analizando en forma implacable las relaciones entre hombres y mujeres.

Militante de la igualdad de sexos desde la adolescencia, esta gran
burguesa de ojos color acero no duda, desde hace un tiempo, en denunciar
las desviaciones que, a su juicio, padece el feminismo actual.

Badinter aborrece del “feminismo diferencialista”, que afirma la
superioridad de la mujer sobre el hombre; dice que se ha instalado la falsa
idea de que la violencia es patrimonio exclusivo de los hombres, y se
declara decididamente hostil a la “paridad”, último hallazgo de muchos
gobiernos europeos. Para ella, “se trata de un error fundamental,
producto de la confusión entre igualdad y paridad. Es una falacia que lleva a
considerar a hombres y mujeres como pertenecientes a dos naturalezas
diferentes”.

Badinter nació en 1944 en las afueras de París. Su padre, Marcel
Bleustein-Blanchet, dueño del imperio publicitario Publicis, solía repetirle:
“Una mujer puede triunfar igual que un hombre. Sólo tiene que
trabajar". Ella siguió el consejo al pie de la letra.

En 1966, siendo aún una estudiante, se casó con Robert Badinter, un
abogado que años más tarde, como ministro de Justicia de François
Mitterrand, fue el artífice de la abolición de la pena de muerte en Francia.

Desde entonces, en una docena de libros, esta mujer de modales suaves y
sólido coraje político demuele prejuicios y falsas ideas. A su juicio,
la mujer es tan ambiciosa como el hombre. Tampoco existe una naturaleza
femenina: "La femineidad depende sólo de la cultura", dice. El amor
maternal no es innato: "La ternura de una madre nace del contacto con el
niño". Y los hombres no son lo mismo que las mujeres: "La verdadera
igualdad es la mutua aceptación de las diferencias", insiste.

En su cruzada contra ese nuevo feminismo al que acusa de provocar la
pérdida absoluta de los marcos de referencia, Badinter arremete contra la
tendencia, "muy norteamericana" de transformar a la mujer en víctima
absoluta, mientras que el hombre es definido como un verdugo
irrecuperable a quien se le intima a cambiar, y rápido, la manifestación de su
sexualidad.

-Usted sostiene que las actuales desviaciones del feminismo terminarán
por deteriorar aún más las relaciones entre hombres y mujeres. ¿Quiere
decir que la dominación masculina no existe?

-El feminismo de Simone de Beauvoir, que yo reivindico, no es
victimista. Desde un punto de vista filosófico, ese feminismo ha sido el motor
de mi reflexión. Yo quisiera que las mujeres, sobre todo las jóvenes,
comprendieran que esa victimización puede volverse contra ellas.
Contrariamente a lo que se cree, esa actitud introduce una imagen desastrosa de
la mujer. En los años 80 pudimos sacar a la luz una ignominia invisible
que padecían las mujeres: la violación. Pero después, curiosamente, se
produjo una desviación que consistió en querer extender la noción de
agresión sexual a comportamientos y actitudes masculinas, que
corresponden a otro orden. En 1992, las feministas europeas pidieron a los
parlamentos extender la noción de acoso sexual, lo que fue hecho en 2002.
Desde entonces, todo puede ser catalogado de acoso: una mirada, un gesto,
una palabra... Esto introduce dos imágenes catastróficas en la relación
hombre-mujer: por un lado, la de una mujer impotente, incapaz de
resistir a los hombres, que recurre a los tribunales, como antes recurría a
papá y a mamá. Por el otro, la imagen de un hombre agresivo, dominante y
explotador. Es verdad que hay hombres que son execrables, que hay más
violencia masculina que femenina, y mujeres que son víctimas de esos
hombres. Pero esas mujeres no son el único símbolo de la condición
femenina. Y esos hombres violentos y explotadores no son típicos del género
masculino.

-Pero el 80 por ciento de los condenados por homicidio involuntario y
violencias en Francia son hombres. ¿Cómo interpreta esa cifra?

-Las estadísticas no mienten. Pero, ¿ha visto usted que alguien estudie
la violencia femenina? Esa violencia aumenta cada día, sobre todo en
las jovencitas. Mi explicación es que la violencia no es una exclusividad
de los hombres. Tomemos como ejemplo los jóvenes de los suburbios
desfavorecidos, prisioneros de esquemas arcaicos de virilidad y de
masculinidad. El aumento del feminismo hizo estallar el concepto de identidad
masculina, pero ellos no tienen medios para construir una identidad más
elástica, menos esquemática. Por su parte, las jovencitas de 14-15 años,
para defenderse, comienzan a tener comportamientos similares a los
varones. Esa violencia va a manifestarse cada vez más. El aumento de la
violencia, sin distinción de edad, sexo o contexto social, tiene que ver
con una incapacidad cada vez mayor de los individuos para soportar el
peso de las obligaciones, y con una propensión inquietante a confundir
derechos universales y deseos individuales. En Francia, las estadísticas
de 2005 demuestran un aumento considerable de la violencia de los
jóvenes: en las escuelas, colegios, liceos ¡y hasta en el jardín de
infantes!

-¿Por eso rechaza usted la expresión "violencia de género"?

-Me asombra que las Naciones Unidas hayan decidido utilizar esa
expresión. Una vez más, ¿qué quiere decir violencia de género? ¿Que la
violencia es lo propio del hombre? ¿Que la masculinidad se define por la
dominación y la opresión del otro sexo? ¿Que las mujeres ignoran la
violencia? En un estudio realizado en 2002 en Quebec, 62.700 mujeres y 39.500
hombres se declararon víctimas de violencias conyugales. Es cierto: los
actos de agresión no son los mismos. Las mujeres padecen con más
frecuencia violencias físicas y sexuales. Por el contrario, según ese
estudio, las cifras son parejas cuando se trata de violencias psicológicas. En
su reciente estudio sobre la violencia contra la mujer en Francia,
Amnesty Internacional afirma que cada cuatro días muere una mujer víctima
de la violencia conyugal. Pero también dice que cada 15 días muere un
hombre por las mismas razones. Como los hombres, las mujeres también
pueden ser violentas con los más débiles: con los niños pequeños o los
ancianos. Si admitimos la noción de "violencia de género" llegaremos a una
definición dual y opuesta a la humanidad: los verdugos contra las
víctimas, el mal contra el bien.

-¿Las feministas francesas importaron esa lógica de victimización de
los Estados Unidos?

-Las feministas radicales norteamericanas, como Dworkin y MacKinnon,
que consideran a las mujeres como una clase oprimida, dominada por la
sexualidad masculina, publicaron sus trabajos en los años 70 del siglo XX.
Por entonces, no se habló de ello en Francia, pero sus ideas se
multiplicaron mediante las asociaciones feministas europeas. Son esas
organizaciones las que hablan hoy en nombre de la mujer...

-En todo caso, esa lógica de victimización parece haber sido adoptada
por el conjunto de la sociedad.

-En nuestras sociedades occidentales, la víctima es sagrada. Para
mostrar que la mujer es un pequeño ser frágil e impotente, no se ha dudado
en publicar estadísticas falsas sobre la violencia conyugal. En Francia,
los medios de comunicación, sin ninguna investigación previa, han
afirmado que había en el país un 10% de mujeres golpeadas; después, un 12%,
y después, un 14%. Se da así la idea de que el hombre es un peligroso
verdugo. Se habla de la condición de la mujer en general, como si su
situación fuera idéntica en Francia o en Afganistán. Es un engaño.

-Hace poco usted denunció un informe de la organización Amnesty
Internacional sobre la condición de la mujer. Ese informe -dijo- hace una
amalgama inaceptable.

-En ese texto, la organización dice que en todo el mundo las mujeres
padecen actos o amenazas de violencia. Sin diferencia de fronteras,
fortuna, raza o cultura. Añade: "En sus casas o en sus ciudades, en tiempo
de guerra como en tiempo de paz, las mujeres son mutiladas, golpeadas o
violadas con toda impunidad". Esto es absurdo. No es lo mismo la
violencia en tiempo de guerra que en tiempo de paz, la violencia del Estado y
la violencia privada, la violencia de un compañero, de un acosador
sexual, de un soldado o de un tratante de blancas. Hay amalgama también
entre la parisiense que es acosada en el subte, la niña nigeriana víctima
de un traficante y la jordana que padece un crimen de honor. Amalgama
entre violencia psicológica y física, violencia de Estados totalitarios
y violencia de Estados democráticos. Esa visión pone también al mismo
nivel la bofetada conyugal y la lapidación de una mujer adúltera. Esas
simplificaciones me parecen poco serias y terminan por rendir un magro
servicio a la causa de la mujer.

-También es particularmente crítica con las leyes que establecen la
paridad entre hombres y mujeres, sobre todo en política.

-La paridad por ley es, a la vez, una medida técnica de corrección y un
gran debate filosófico. En realidad, se trata de la discriminación
positiva implícita. Otra cosa sería una actitud voluntarista. Por ejemplo,
que ante una situación inaceptable de desigualdad, durante cinco años,
cada partido político se comprometa a incorporar al 30 o al 50 por
ciento de mujeres, sin promulgar ninguna ley. La cuestión de la ley es para
mí insoportable, por dos razones. La primera es la sexualización de la
ciudadanía y, con ella, el retorno al determinismo biológico. Esto es
temible para las mujeres y contrario a las ideas universalistas. La
segunda razón es: ¿por qué razón hay cuotas sólo para las mujeres? Cuando
yo miro el Parlamento en Francia no veo cuotas para los franceses
menores de 25 años, ni cuotas para los obreros, ni para los franceses de
origen africano o árabe. Las mujeres que han defendido la paridad tuvieron
una actitud realmente egoísta con respecto a otras categorías sociales.

-Angela Merkel en Alemania, Michelle Bachelet en Chile, Segolène Royal
liderando los sondeos en Francia... las mujeres parecen ganar terreno
en lo político. ¿Cree que los franceses están listos para tener una
mujer presidenta?

-Hace mucho tiempo que Francia está lista para eso. Naturalmente, yo
estoy feliz de que se reconozca la capacidad de las mujeres a ejercer los
cargos políticos más importantes. Pero lo importante no es que lleguen
a presidentas por ser mujeres, sino por su capacidad. De otro modo, yo
hubiera estado feliz cuando Margaret Thatcher llegó a primera ministra
de Gran Bretaña...

-¿Cuál es el espacio en que habría que proseguir hoy el combate
feminista por la igualdad? ¿Cómo pensar, finalmente, la relación hombre-mujer?

-El termómetro objetivo de la desigualdad entre sexos sigue siendo la
diferencia de salarios. Ese es el criterio con que yo mido los fracasos
y los avances del feminismo. ¿Por qué? Porque la igualdad de sexos hoy
se juega en la esfera privada, en la familia, en la intimidad. Mientras
las mujeres sigan asumiendo el 80% de los trabajos domésticos, correrán
con una enorme desventaja. No es por casualidad que el 80% del trabajo
de tiempo parcial sea desempeñado por mujeres. Nunca avanzaremos
mientras las organizaciones feministas sigan manteniendo ese doble discurso
que consiste en afirmar que hay una diferencia esencial entre hombre y
mujer (la maternidad) y, al mismo tiempo, en considerar insoportable el
trabajo femenino de tiempo completo. O mujeres y hombres pueden
compartir todo, incluida la "parentalidad" y las tareas domésticas, o jamás
habrá igualdad entre los sexos.

Por Luisa Corradini
Para LA NACION--